Por el equipo de 350.org – 10 de febrero de 2016
Jóvenes voces desde Kenia comparten sus luchas y sus esperanzas, mientras la devastadora sequía que afecta al Cuerno de África ha dado paso a unas lluvias inusualmente intensas, en un mundo que es hoy más cálido que en ningún otro momento de la historia registrada.
Kay Seven, músico y artista escénico del distrito de Kajiado, cerca de la frontera con Tanzania, describe algunos de los efectos de la prolongada sequía en su comunidad.
En el segundo artículo, Unelker Maoga comparte su testimonio personal del devastador impacto de la sequía en Kenia.
Sus palabras nos recuerdan la importancia de trabajar hombro con hombro con los afectados por los efectos del cambio climático en Kenia, África Oriental y otras muchas partes del mundo. A pesar de la dura lucha por la supervivencia, muchos de ellos se han negado a perder la esperanza y están construyendo comunidades más fuertes y resilientes, capaces de garantizar la seguridad alimentaria para todos y de restaurar una vida con un ecosistema libre de sequías y hambrunas.
Las comunidades situadas en la primera línea del frente creen que la acción climática colectiva, valiente y continuada nos ayudará finalmente a superar la crisis.
I. Residentes de Kajiado contra El Niño
Por Kay Seven
“Estamos perdiendo jóvenes vidas por culpa de enfermedades asociadas a las plagas, por la malnutrición y la hambruna. Nuestra seguridad alimentaria está cada vez más amenazada, al tiempo que nuestra economía está gravemente afectada. Peor aún, los largos periodos de sequía han provocado reiterados conflictos entre agricultores y pastores por la disputa de los escasos recursos.”
Kenia es un país propenso a las sequías, principalmente debido a sus peculiares condiciones eco-climáticas. Los patrones de precipitaciones, especialmente en el caso de falta de lluvias o de precipitaciones irregulares, son a menudo la causa de desastres naturales. En los lugares afectados, las formas de vida y de subsistencia rurales luchan constantemente para adaptarse.
Aunque no se encuentra en el nordeste del país –normalmente la región más afectada por la sequía y las inundaciones– el distrito de Kajiado ha sufrido este año precipitaciones por encima de la media, esto a causa del fenómeno de El Niño. Después de críticas condiciones de sequedad, hemos empezado a experimentar precipitaciones en nuestro distrito. Con el aumento de las lluvias, esperamos que nuestros cultivos crezcan bien. Sin embargo, nos preocupa que demasiadas precipitaciones puedan causar daños devastadores a nuestros cultivos.
El pasado año, el departamento meteorológico de Kenia avisó de que algunas regiones de este país del África Oriental podrían experimentar precipitaciones superiores a la media durante la temporada de lluvias que va de octubre a diciembre. Las fuertes lluvias fueron perjudiciales para las zonas propensas a las inundaciones, así como para las tierras bajas costeras. Sin embargo, fueron en cierto modo beneficiosas para las resecas tierras de labranza y pastoreo de las comunidades del oeste del país.
Los africanos orientales y grandes comunidades en todo al Cuerno de África ya han sufrido este año lluvias torrenciales y sequías que, según los expertos, podrían estar relacionadas con la evolución de El Niño. Mientras tanto, al noroeste, las inundaciones en Tanzania han matado a docenas de personas y han dejado a varios cientos sin hogar. La climatología adversa también ha causado la muerte de ganado y la destrucción de cultivos de maíz y algodón.
Algunas comunidades en Kenia, Etiopía, Sudán del Sur, Tanzania y Somalia se están aún recuperando de anteriores fenómenos de El Niño; en particular el de 1997-1998, que dejó un balance estimado de 2.000 víctimas y desencadenó extensos brotes de enfermedades animales. El Cuerno de África también fue azotado por una grave sequía en 2011-2012 que llevó a una alarmante situación de inseguridad alimentaria, amenazando la subsistencia de más de 10 millones de personas. Se estima que unas 260.000 personas –la mitad de ellos niños– murieron de hambre en Somalia, que fue una de las zonas más castigadas.
En una región que ha estado regularmente expuesta a los efectos de los fenómenos meteorológicos extremos y que está experimentando El Niño de manera más frecuente, es imperativo que las poblaciones locales se preparen adecuadamente para aumentar su capacidad de resiliencia. Es una cuestión de supervivencia para cerca del 80% de la poblaciones compuestas por comunidades de agricultores y pastores, cuyo bienestar e ingresos dependen en gran medida de la estabilidad o inestabilidad de los patrones climáticos.
En medio de la crisis, el gobierno local ha adoptado una serie de estrategias para atajar los efectos de la sequía y proporcionar apoyo a las comunidades más afectadas. Estas medidas incluyen un programa de almacenamiento de comida en los distritos, la creación de pequeños grupos llamados Sacco (un marco donde los campesinos tienen acceso a educación y formación agrícola), el incremento de la irrigación moderna y programas de reforestación.
Aunque estos esfuerzos todavía no han generado resultados tangibles, las comunidades no pierden la esperanza. Ellas creen en el espíritu de acción y solidaridad desde abajo para enfrentarse a este tipo de desastres y para construir comunidades más fuertes y resilientes, capaces de garantizar la seguridad alimentaria para todos y de restaurar una vida ecosistémica libre de sequías y hambrunas. Aunque el desafío es todavía grande, la comunidad Kajiado está decidida a apostar por la energía renovable y a resistirse al desarrollo de los combustibles fósiles, al tiempo que refuerza su preparación ante los desastres. En palabras de otra canción de Kay Seven:
“Tenemos la responsabilidad de garantizar que cualquiera que entre en el vientre materno a partir de ahora consiga un lugar mejor para pasar el resto de su vida cuando nazca. Podemos garantizar la reducción de las tasas de mortalidad debido a la hambruna, las inundaciones o cualquier otro desastre climático siendo más responsables en nuestras comunidades. Juntemos nuestras manos, hagámoslo… Si juntamos nuestras manos, podemos lograrlo.
Mwenda tezi na Omo,Marejeo ni Ghamani (que en suajili significa ‘podemos correr tanto como podamos de nuestros problemas pero siempre volveremos a ellos porque no dedicamos tiempo a resolverlos’).”).”
II. Cuando la crisis climática lleva a millones de personas al sufrimiento
Por Unelker Maoga
“Kenia se ha visto forzada a redefinir el agua como un producto escaso en vez de una necesidad básica. Lo que más me asusta, a mí y a otros ciudadanos como yo, es nuestra incapacidad para resolver la situación. En gran medida, el poder para mitigar el cambio climático no está en nuestras manos.”
A lo largo de las últimas décadas, los kenianos han tenido un anhelo de cambio; cambio en las prácticas del gobierno, cambio en las estrategias de desarrollo, cambio en los asuntos nacionales. Ahora, nuestro país está experimentando otro tipo de cambio en el horizonte cercano. Un cambio drástico e inesperado; un cambio que no estábamos buscando: el cambio climático.
Hoy en día, yo y otros muchos en Kenia nos hemos acostumbrado a los titulares de periódicos que dicen: ‘El hambre se cobra 14 vidas’; el gobernador de Samburu ha declarado el estado de emergencia, mientras 60% de la población local se enfrenta a la inseguridad alimentaria. Sus palabras exactas fueron: ‘No sobreviviremos a esta sequía’.
Por primera vez en la historia, el tramo sur del río Voi, situado en el distrito de Voi, se ha secado. Los lugareños no han podido regar sus huertas, hasta tal punto que incluso la esperanza de una comida es ahora inexistente. Se ha apelado al gobierno nacional para ayudar a abordar la situación. Mientras tanto, los agricultores están cosechando pérdidas y los pastores ven cómo muere su ganado.
Yo crecí en el distrito de Kisii, en el oeste de Kenia. Esta región aporta gran parte de la producción de fruta de Kenia, pero también aquí hemos notado la falta de lluvias. En la década de los 70, mi familia construyó una presa en las tierras que pertenecían a mi abuelo. La presa siempre ha estado allí desde que tengo uso de razón, pero, en los últimos dos años, los patrones climáticos en todo el país han enseñado a mi familia a no dar esta reserva de agua por sentada. Con esta segunda ronda de sequías, el futuro es incierto.
Kenia se ha visto forzada a redefinir el agua como un producto escaso en vez de una necesidad básica. Lo que más me asusta, a mí y a otros ciudadanos como yo, es nuestra incapacidad para resolver la situación. En gran medida, el poder para mitigar el cambio climático no está en nuestras manos.
La totalidad de la población de Ajawa, en el norte de Kenia, pasa la mayor parte de su día preocupándose acerca del abastecimiento de agua en lugar de centrarse en cuestiones de desarrollo. Nada más parece importar excepto esa “necesidad básica” que llamamos agua. Durante horas y kilómetros sin fin, los miembros de la comunidad caminan hasta el pozo más cercano. Después descienden por una especie de cueva a más de 30 metros de profundidad para poder recoger agua para su ganado antes del amanecer. Ese pozo parece ser su única fuente de supervivencia. Otros prefieren mantenerse alejados del pozo, tras haber sido atacados por animales salvajes cuando intentaban llegar a él. También ha habido mujeres embarazados que han tenido abortos por culpa de las largas distancias que se ven forzadas a caminar para traer agua.
Los gobiernos de nuestros distritos, especialmente en Wajir, han escuchado las llamadas de los pastores y han financiado consultorios veterinarios para ayudarles a ocuparse de cientos de miles de cabezas de ganado, con el objetivo de minimizar las muertes relacionadas con la sequía. A pesar de su utilidad, estas medidas parecen ser escasas y tardías, mientras el sol sigue abrasando una gran porcentaje de la superficie de Kenia.
La economia de Kenia pierde 14.000 millones de chelines kenianos cada año. Solamente en 2015, el país ha perdido 3% de su PIB. Más de 10 millones de personas están padeciendo los efectos de la hambruna y la situación está destinada a empeorar. Miles de vidas se han perdido y aún no se han encontrado soluciones. Millones de personas del Cuerno de África han venido migrando hacia el sur, poniendo rumbo a nuestro país para escapar de la grave hambruna. Sin embargo, nosotros estamos sufriendo las mismas condiciones que ellos intentan evitar.
Mientras comenzamos a vislumbrar la realidad del cambio climático, hemos seguido la 21ª Conferencia de las Partes en París con la esperanza de las negociaciones fueran fructíferas. Hemos oído a los líderes mundiales alabar la decisión colectiva, realizada por 195 países, de reducir las emisiones globales con el objetivo no sólo de evitar el calentamiento de 2 ºC, ¡sino de comprometerse a mantener el límite en 1,5 grados! Aunque sólo estamos empezando, nos atrevemos a abrigar la esperanza de que este camino lleve un día al fin de la quema de combustibles fósiles. Y mientras nosotros, en el Cuerno de África, seguimos nuestro camino en busca de un chorro de agua y miramos al cielo esperando la tan ansiada lluvia, hacemos un llamamiento para que las palabras del Secretario General de la ONU, Ban Ki-Moon, nunca sean olvidadas: “… ha llegado el momento de reconocer que la mejor forma de resolver los intereses nacionales es actuar en favor del interés y la solidaridad globales. La naturaleza nos está enviando señales urgentes, las gentes y los países están más amenazados que nunca… Necesitamos proteger el planeta que nos sustenta, y para eso tenemos que ponernos todos manos a la obra.”