Por Hoda Baraka
La semana pasada, por segunda vez consecutiva, el Foro Social Mundial (WSF siglas en inglés) se celebró en Túnez, lugar de nacimiento de la primavera árabe. Durante este evento de cinco días, 70 mil delegados de más de 4 mil organizaciones -representando a 120 países- discutieron varias cuestiones incluyendo la justicia climática, inmigración, libertad de prensa, derechos de la mujer, refugiados y cuestiones de energía.
El décimo encuentro global del WSF es percibido como la respuesta crítica al Foro Económico Mundial de Davos, pues une a movimientos sociales de todo el mundo para debatir sobre luchas y conseguir cambios políticos.
El foro ofrece un escenario más allá de las políticas formales, un espacio donde los activistas y los grupos de la sociedad civil pueden explorar caminos alternativos hacia la justicia social, económica y climática. El WSF bianual, descrito por los organizadores como un proceso más que una conferencia, es la mayor reunión global de activistas y movimientos sociales.
El WSF surgió de los movimientos de protesta anti-globalización a finales de los años noventa. Desde la primera reunión en Sao Paulo, Brasil, en 2001, sirvió como un espacio de reflexión para grupos y movimientos que se oponen al neo liberalismo y luchan por la justicia social y económica.
Movimientos sociales y medioambientales poderosos que reclaman políticas alternativas en pro de la justicia social y medioambiental han aparecido en todo el mundo. Este año la gente se ha reunido en todo el mundo para consolidar los esfuerzos y revertir la fiebre global de los regímenes oligárquicos y la catástrofe medioambiental.
Los esfuerzos globales por defender el medio ambiente, acabar con la pobreza y la marginalización, avanzar en los derechos de la mujer, proteger los derechos humanos, y promover el empleo digno y justo son minados a consecuencia de la concentración de la riqueza y el poder en manos de unos pocos. La recientes restricciones en la sociedad civil que están ocurriendo en todo el mundo suceden precisamente porque representan un desafío al nexo entre el dinero y poder.
Los activistas del WSF tienen claro que los diferentes asuntos que nos han llevado al activismo – ya sea la justicia social o climática, los derechos económicos o los derechos civiles – son parte de una lucha común por un mundo en el que todos importamos y el poder de la gente común puede desafiar a la gente con poder.
Esta es precisamente la razón por la que WSF es tan urgente y necesario.