Los líderes del G7 se reunieron en Hiroshima en 2023, un lugar en el que el simbolismo antibélico era abundante y palpable. La elección del lugar, además de ser la ciudad natal del primer ministro japonés Kishida, fue una clara señal de oposición a la guerra de Rusia contra Ucrania. Sin embargo, la cumbre del G7 careció de medidas sustanciales para abordar uno de los principales impulsores subyacentes de esta guerra: los combustibles fósiles.

Los líderes del G7 declararon su compromiso de “acelerar” la eliminación progresiva de los combustibles fósiles, pero no predicaron con el ejemplo: promovieron la expansión de los gases fósiles con el pretexto de ser “apropiada” para los tiempos actuales. El comunicado, que puso de manifiesto una evidente desconexión con las crudas realidades de nuestra crisis climática, representó un preocupante testimonio de la influencia de los intereses creados y de la negativa a reconocer la urgente necesidad de una rápida transición hacia un sistema económico global dependiente de los combustibles fósiles.

Desgraciadamente, la lista de incoherencias y lagunas continúa: la promoción de tecnologías no comprobadas, como la combustión conjunta de amoníaco e hidrógeno, la captura y almacenamiento de carbono (CAC), la falta de una eliminación progresiva del carbón y la persistente ambigüedad alrededor del financiamiento climático para una transición justa hacia las energías renovables, fueron todos elementos decepcionantes de los resultados de la cumbre.

Las declaraciones oficiales emitidas por el G7 el 19 de mayo sobre la guerra en Ucrania y su Plan de Acción para una Economía de Energía Verde transmitieron su “apoyo inquebrantable para quienes se vieron afectados por la invasión rusa”, y su “compromiso inquebrantable con el Acuerdo de París”, respectivamente.

Las negociaciones en su conjunto se vieron empañadas por la preocupación de reducir la dependencia de Rusia y, como resultado, la seguridad energética y la lucha contra el cambio climático se enmarcaron en gran medida en este contexto.

El comunicado final afirma que la inversión pública en el sector del gas es “un medio adecuado a corto plazo para acelerar la eliminación gradual de la dependencia de Rusia, si se implementa de forma consistente con nuestros objetivos climáticos”.

No hay expansión de los combustibles fósiles que sea compatible con los objetivos climáticos. Como dijo nuestra compañera Svitlana Romanko, activista ucraniana del grupo por la justicia climática Razom We Stand: “Si los países del G7 quieren garantizar la seguridad energética y la paz globales, no tienen más elección que acabar con nuestra dependencia de los combustibles fósiles”.

Eliminar gradualmente la “dependencia de Rusia” no es suficiente. Para abordar la crisis que afecta a comunidades de todo el mundo -la crisis del costo de vida, impulsada por el aumento de los precios de los combustibles fósiles-, el empeoramiento de los efectos del cambio climático y la amenaza de la proliferación nuclear- tenemos que eliminar gradualmente nuestra dependencia en los combustibles fósiles, punto final. Después de todo, los combustibles fósiles provocan conflictos en todo el mundo, no sólo contra Ucrania.

Mientras dependamos de los combustibles fósiles, nuestra seguridad geopolítica, económica y energética seguirá estando a merced de acontecimientos impredecibles. Japón condena la guerra en Ucrania, pero sigue financiando la maquinaria bélica de Putin comprando gas ruso. Mientras tanto, los países del G7, entre ellos Alemania, Francia, Reino Unido, Estados Unidos y Canadá; se han lanzado en busca del gas en Asia y África.

El gas fósil es un caballo de Troya: el último intento desesperado de la industria por sacar provecho antes de la inevitable transición a energías renovables limpias, asequibles y accesibles. Mientras comunidades de todo el mundo se enfrentan a impactos climáticos cada vez peores, los gobiernos del G7 echan más leña a la crisis. Un informe de Oil Change International muestra que el 61% de la capacidad de las terminales de exportación del GNL construidas en la última década contaron con financiamiento público internacional del G7.

Desde el inicio de la invasión rusa y las sanciones resultantes de occidente, la industria de los combustibles fósiles absorbió rápidamente la situación y la convirtió en una oportunidad para obtener rentabilidad: y como resultado tienen ganancias sostenidas que baten los récords.

En lugar de reemplazar una fuente de combustibles fósiles por otra, los países del G7 deben invertir en el rápido despliegue de energías renovables descentralizadas, con un objetivo de 1.5 teravatios cada año desde 2030 en adelante.

Los líderes del G7 han defraudado a sus electores en primera línea, que emprendieron acciones en todo el mundo pidiendo a sus máximos representantes que actuaran en su interés. Con más de 50 acciones en más de 20 países, el mensaje de la sociedad civil era claro: esperamos liderazgo. Y ese llamado no ha cambiado.

El G7 nos ha defraudado, pero la gente sigue en pie para luchar por las medidas que necesitamos. Sigue atento a este espacio.