¿Qué es una ola de calor?
Es calor. Mucho calor. Más del que debería ser. No dura mucho: solo unos pocos días o semanas. Sin embargo, todo el mundo suele notarla y hablar sobre esta ola. No le ponemos nombres como hacemos con los ciclones, pero se habla muchísimo de ella en las noticias.
El problema con las olas de calor es que son muy relativas: no es lo mismo registrar 30 ºC en verano que en invierno; no es lo mismo registrar 30 ºC en Groenlandia que en Oriente Medio. Cada lugar tiene una temperatura media para cada momento del año. Se habla de ola de calor cuando una región concreta sobrepasa con creces esa media durante cierto número de días. Cuánto y durante cuánto tiempo varía de región a región. En muchas partes del mundo, la frecuencia, duración e intensidad de estos episodios ya está aumentando y seguirá haciéndolo debido a la crisis climática.
El asesino silencioso
Las olas de calor, a diferencia de otros impactos climáticos más espectaculares como las tormentas tropicales, las inundaciones o los incendios forestales; no resultan tan impresionantes. Para la mayoría de personas, los días que dura solo hace un calor molesto. Los medios, por su parte, a veces llegan a presentarlos como algo agradable. Sin embargo, lo cierto es que las olas de calor no son menos peligrosas que otros impactos climáticos.
Según un reciente estudio académico, las olas de calor mataron al menos a 157.000 personas entre los años 2000 y 2020 (solo las tormentas son más letales, con alrededor de 200.000 víctimas). No obstante, los autores de este informe advierten de que es muy probable que esta cifra se quede corta porque muchos países no monitorean las olas de calor y, a veces, ni siquiera disponen de una definición de lo que son. Como ejemplo, señalan que solo el 6,5 % de estos fallecimientos se registraron en Asia, África, el Caribe y América Central y del Sur pese a que estas regiones concentran el 85 % de la población global.
El calor puede estar detrás de numerosos problemas de salud. El más preocupante es el golpe de calor, que se produce cuando el organismo alcanza una temperatura tan elevada que no es capaz de enfriarse. Los grupos más vulnerables a los golpes de calor son lxs niñxs, las personas mayores y las comunidades de ingresos bajos, así como lxs pacientes crónicxs, las mujeres embarazadas y quienes trabajan al aire libre. Cuanto más pobre es una comunidad, menos acceso tiene a la climatización, lo que acrecenta la desigualdad y la injusticia. Además, los golpes de calor son más probables con niveles elevados de humedad.
Hay mucho más que solo golpes de calor
No obstante, los peligros de estos episodios van mucho más allá de los golpes de calor. Las altas temperaturas se relacionan con una baja calidad del aire, que, a su vez, ocasiona y agrava enfermedades respiratorias como el asma. El calor también guarda relación con afecciones cardiovasculares y renales.
Las temperaturas extremas afectan a la agricultura: atrofian el crecimiento de las plantas o directamente las matan. El ganado también sufre sus efectos: los animales se reproducen y crecen menos, y baja también la cantidad de leche que producen. Estas consecuencias afectan de manera desproporcionada a las comunidades que dependen de la agricultura para sobrevivir y no disponen de ningún tipo de red de seguridad social adicional, lo que agrava la injusticia climática. Las olas de calor afectan también a infraestructuras como los aeropuertos, las carreteras y los puentes, así como a todas las actividades económicas que se desarrollan al aire libre.
¿Hace más calor?
Las olas de calor son un hecho estadístico. Guardan relación con las condiciones medias, por lo que, por definición, pueden darse en cualquier momento y lugar de la historia; pero eso no quiere decir que podamos negar que el cambio climático las está agravando en términos absolutos y relativos. En otras palabras: sí, hace más calor que nunca, con mucha más frecuencia; y sí, todavía hará más. La ciencia ha afirmado que es virtualmente cierto que el calentamiento global provoca olas de calor más largas e intensas en todo el mundo. En términos de ciencia climática, hablamos de más de un 99 % de certeza.
Las olas de calor se producen cuando una masa de altas presiones permanece en el mismo lugar durante el tiempo suficiente para que la caliente el sol. Los gases de efecto invernadero como el CO2 absorben el calor. Por lo tanto, una masa de aire estática se calentará más en el mismo tiempo si contiene una mayor concentración de estos gases. Estos episodios no tienen una distribución geográfica homogénea y la probabilidad de que se produzcan en un determinado lugar depende de factores como la orografía, la cobertura forestal, la contaminación de aerosoles, la humedad del suelo o lo lejos que esté el mar.
Según el IPCC, la temperatura media de los días extremadamente cálidos en tierra subirá 3 ºC si mantenemos el calentamiento global por debajo de 1,5 ºC y 4 ºC si nos quedamos por debajo de 2 ºC. ¡Y esto es una media! En este siglo, algunas zonas ya están siendo inhabitables durante las olas de calor.
La huella climática
Las olas de calor son una de las consecuencias más letales de la crisis climática. A medida que la concentración de gases de efecto invernadero sigue creciendo, vemos cómo cada vez son más largas e intensas. Es la codicia de las industrias de los combustibles fósiles y sus aliados la que está impulsando ese aumento. A continuación, repasaremos sus pasos.
El calentamiento global lo ocasiona un aumento en la concentración de gases de efecto invernadero (CO2 y CH4 principalmente, aunque no solo). Estas sustancias se encuentran por naturaleza en la atmósfera, pero, desde que comenzó la quema masiva de combustibles fósiles, su concentración ha crecido exponencialmente.
El aumento en la concentración de CO2 se debe a los combustibles fósiles. No puede proceder de otro lugar: ni de los volcanes ni de las nubes ni de los ciclos solares; no. El CH4 también se relaciona en gran medida con los combustibles fósiles y los cambios en el uso de la tierra. Estudios y datos lo han respaldado ampliamente. Aquí no cabe debate.
Las industrias del carbón, el petróleo y el gas han obtenido y siguen obteniendo copiosos beneficios de un modelo económico que obliga a la gente a consumir combustibles fósiles. Hay informes que demuestran que conocían el daño que estaban causando desde, por lo menos, la década de 1970, pero, en vez de abandonar su modelo de negocio, pusieron todos sus esfuerzos en desinformar a la población. Siguen haciéndolo. Seguimos quemando combustibles fósiles porque esta industria sigue optando (como optó entonces) por ejercer su poder con ese fin.
Sin embargo, aunque no podamos poner fin por completo a las olas de calor, podemos acabar con la industria de los combustibles fósiles. Hay gente en todo el mundo luchando para detener las extracciones de carbón, petróleo y gas, cortar los flujos de financiación que perpetúan la existencia de esta industria y ejercer presión para que el futuro sea más equitativo y limpio. Si aún no te has unido a nosotrxs, ¡hazlo ahora!