Publicado originalmente en “In These Times”

 

LA CRÍTICA A LOS AMBIENTALISTAS ES QUE HAN SIDO MEJORES EN OPONER QUE EN PROPONER. Aunque probablemente todos estarían de acuerdo en oponerse al sobrecalentamiento del planeta o al deshielo, la opinión de por sí no nos proporciona un medio de acción. Por lo tanto, es una novedad importante que el movimiento ambientalista parece estar movilizándose en torno a una nueva bandera. Ese estandarte porta un número: 100 por ciento.

Es la convocatoria para la rápida conversión de los sistemas de energía de todo el país en 100 por ciento energía renovable: una convocatoria para que Estados Unidos de América (y el mundo) funcionen con energía solar, eólica e hídrica. 100% Energía Renovable es a la lucha por el futuro del planeta lo que es Medicare for All al debate sobre la atención a la salud, o lo que es Fight for $15 a la lucha contra la desigualdad. Es la manera en que los progresistas pensarán sobre la energía en el futuro, y aunque la convocatoria se originó en los países del norte de Europa y la parte norte del estado de California, está ganando fuerza fuera de estos enclaves verdes. En los últimos meses, ciudades tan diversas como Atlanta y Salt Lake han realizado esta promesa.

Ya no habrá medias tintas. Barack Obama frustró a los ambientalistas con su política energética “incluidos todos los mencionados”, que trataba a la energía solar y eólica como dos elementos importantes en un menú que incluía también al carbón, el gas y el petróleo. Eso no alcanza. Muchos científicos afirman que al ritmo actual, dentro de una década habremos liberado en la atmósfera suficiente dióxido de carbono como para calentar a la Tierra más allá de las metas climáticas de París. Las energías renovables, incluso con la transición más rápida posible, no detendrán el cambio climático, pero dejar de lado los combustibles fósiles ya mismo tal vez podría (aunque ya no hay garantías) evitar un nivel de daño que sacudiría a la civilización misma.

En cualquier caso, ya no hace falta avanzar lentamente. En los últimos años, los ingenieros han rebajado tanto el precio de las energías renovables que, según muchos expertos, tendría sentido económico pasar a usarlos incluso si los combustibles fósiles no estuvieran destrozando la Tierra. Por eso el atractivo de 100% Energía Renovable va más allá de la Izquierda. Para las personas que pagan facturas de electricidad, es el camino hacia delante con sentido común.

PARA ENTENDER POR QUÉ LLEVÓ TANTO TIEMPO LLEGAR A ESTE PUNTO, CONSIDEREMOS EL PANEL SOLAR. Este ingenioso dispositivo ha estado disponible desde que Bell Labs fabricó el primer modelo en 1954. Aquellos paneles perdían el 94 por ciento de la energía solar durante la conversión y su fabricación resultaba increíblemente costosa, por lo que no encontraron muchos usos en el planeta Tierra. En el espacio, sin embargo, fueron indispensables. Buzz Aldrin desplegó un panel solar en la luna poco tiempo después del aterrizaje lunar del Apollo 11.

Durante las siguientes décadas, fueron lentas las mejoras en la eficiencia y las reducciones en el precio de los paneles solares. (Tal vez recuerden que Ronald Reagan eliminó los paneles solares que había instalado Jimmy Carter sobre el techo de la Casa Blanca). Pero en 1988, a medida que aumentaban los temores por el cambio climático, un resultado electoral muy parejo en Alemania dejó a los Socialdemócratas con la necesidad de formar una alianza con el Partido Verde. El gobierno de coalición resultante empezó a dirigir al país hacia la energía renovable.

A medida que crecía la demanda alemana de paneles solares y turbinas eólicas, las fábricas en China aprendieron a fabricar paneles a costos cada vez menores, y los precios empezaron a desplomarse en una caída libre que continúa hasta el día de hoy. En la actualidad en Alemania hay días en que la mitad de la energía consumida es generada por el sol. En 2017 la energía solar o la eólica ganan las licitaciones más competitivas para suministro eléctrico. India acaba de anunciar el cierre de docenas de minas de carbón y la cancelación de los planes para construir nuevas estaciones generadoras a carbón porque el bajo costo de la energía solar estaba socavando los precios de los combustibles fósiles. Incluso en Abu Dhabi, con su abundancia de petróleo, la energía gratis del sol es imposible de resistir y se están erigiendo enormes conjuntos de paneles en medio de los yacimientos petrolíferos.

Una de las personas que notó la caída en los precios y la mejora en la tecnología en sus etapas más tempranas fue Mark Jacobson, director del Programa de Atmósfera y Energía de la Universidad de Standford. En 2009 su equipo publicó una serie de planes mostrando que Estados Unidos podría generar toda su energía a partir del sol, el viento y las caídas de agua que generan energía hidroeléctrica. Dos años después, Jacobson y un grupo de co-conspiradores, incluido el actor Mark Ruffalo, lanzaron el Proyecto Soluciones para sacar la idea de las revistas académicas e introducirla en el mundo real. Desde entonces, el grupo ha publicado planes detallados para la mayoría de los países del planeta. Para saber cuál es la superficie total de techos orientados hacia el sur en Alabama o cuánto viento sopla por Zimbabue, estas son las personas a consultar.

Con cada trimestre que pasa, la meta del 100 por ciento se convierte menos en una aspiración y más en la solución obvia. Por cierto, pasé la primavera en algunas de las localidades más pobres de África, donde la gente, por el precio diario del queroseno necesario como para llenar una sola lámpara, estaba instalando paneles solares para alimentar televisores, radios y lámparas LED. Si se puede hacer en Alemania y en Ghana, también se puede en Grand Rapids y en Gainesville.

Incluso el 72 por ciento de los Republicanos quiere “acelerar el desarrollo de la energía limpia”. Esto explica, por ejemplo, el enorme éxito de la campaña #ReadyFor100 del Sierra Club, que presiona a las ciudades para que se comprometan a usar 100 por ciento energía renovable. Por supuesto que los entusiastas de siempre, como por ejemplo la ciudad de Berkeley en California, rápidamente se comprometieron a participar. Pero ya para principios del verano, la Conferencia de Alcaldes de Estados Unidos había respaldado la campaña, y estaban surgiendo líderes en lugares inesperados. El alcalde Steve Benjamin de Columbia, South Carolina, se expresó así: “No se trata simplemente de una opción; ahora es imperativo”.

Grupos de ambientalistas que abarcan desde The Climate Mobilization pasando por Greenpeace y hasta Food and Water Watch respaldan la meta de 100 por ciento, y difieren principalmente respecto de la velocidad con que deberemos lograr la transición, con respuestas que varían entre una y aproximadamente tres décadas. La respuesta correcta, teniendo en cuenta el estado del planeta, sería aproximadamente 25 años atrás. La segunda mejor respuesta: lo más rápido humanamente posible. Esto significa, al menos en parte, lo más rápido que el gobierno pueda ayudar a que suceda. El mercado realizará la transición naturalmente a lo largo del tiempo (luz solar y viento gratis constituyen una propuesta difícil de mejorar), pero el factor que no disponemos es tiempo, por lo que son fundamentales los subsidios, los objetivos agresivos y el dinero para ayudar a difundir la revolución hacia las partes más pobres del mundo.

Por ello es tan significativo que el Senador Bernie Sanders (Independiente de Vermont) se haya unido en abril al Senador Jeff Merkley (Demócrata de Oregon) para proponer el primer proyecto de ley federal de 100 por ciento. No será aprobado por el Congreso este año, pero es de importancia crítica como norma para moldear la agenda del Partido Demócrata en 2018 y 2020.

El Congreso, sin embargo, no es el único ente legislativo de importancia en Estados Unidos. Más temprano este año, por ejemplo, el Senado del Estado de California aprobó por un margen de 2 a 1 un proyecto que llevaría a la sexta economía del mundo a 100 por ciento de energía renovable para el año 2045. El mes pasado, el Gobernador Jerry Brown, en un intento de recrear el espíritu de las conversaciones climáticas de París, invitó a los líderes “sub-nacionales” del mundo (gobernadores, alcaldes, administradores regionales) a una conferencia en San Francisco en septiembre de 2018.

“Miren, encaminar este asunto depende de ustedes y depende de mí y de decenas de millones de otras personas,” dijo Brown al invitar al mundo a su reunión.

 

ESTO NO SIGNIFICA QUE LA LUCHA SERÁ FÁCIL. Las corporaciones de combustibles fósiles saben que no son el futuro, sin embargo, están empecinados en mantenernos atascados en el pasado. Por ejemplo, el Secretario de Energía Rick Perry ordenó recientemente un “estudio” que, como han señalado senadores Demócratas, es “un intento apenas disimulado de promover las tecnologías de generación eléctrica menos económicas, tales como el carbón” intentando mostrar que fuentes intermitentes de energías como la solar y la eólica harían que la red no fuera fiable.

Ese ha sido siempre el problema de las energías renovables: el sol se pone y el viento de fatiga. Por cierto, un grupo de académicos desafió los cálculos de Mark Jacobson en la primavera de este año, basándose parcialmente en estas justificaciones y sosteniendo que probablemente será necesario utilizar técnicas no comprobadas de captura y almacenamiento del carbono generado por plantas de combustibles fósiles y además, seguir dependiendo de la energía nuclear. No obstante, la tecnología sigue avanzando. Las baterías de Elon Musk funcionan en automóviles Tesla, pero a mayor escala, hacen económicamente factible que las empresas de electricidad almacenen la energía solar de la tarde para satisfacer la demanda eléctrica nocturna. En mayo, durante una reunión industrial, un ejecutivo de una empresa eléctrica de California se expresó así: “La tecnología ya está resuelta. ¿A qué velocidad quieren alcanzar el 100 por ciento? Hoy es posible hacerlo.”

Mientras tanto, el gobierno de Trump amenaza con cobrar fuertes aranceles sobre los paneles solares que ingresen en Estados Unidos. Esto podría generar un aumento significativo en el precio de las nuevas instalaciones solares en Estados Unidos, y posiblemente no se construirían dos tercios de los nuevos conjuntos solares previstos para los próximos cinco años.

Antes de que esto suceda, sin embargo, el crecimiento en las nuevas instalaciones solares sobre los techos ya, en palabras del diario New York Times  “se ha frenado bruscamente,” como resultado de “la campaña de presión concertada y bien financiada ejercida por las empresas eléctricas tradicionales, que han estado trabajando en capitolios estatales de todo el país para revertir los incentivos a propietarios de viviendas.” En lugar de darles una oportunidad a los residentes para que ayuden a resolver la crisis climática, en un estado tras otro las corporaciones eléctricas, lideradas por el Consejo de Intercambio Legislativo de EE.UU. (ALEC, por su sigla en inglés) y el Instituto Eléctrico Edison (cuyos esfuerzos de cabildeo político de hecho son apoyados por los clientes que pagan las tarifas) están aprobando legislación que se anticipa para bloquear leyes que permitirían a los clientes vender su exceso de energía a la red. La consultora de energía Nancy LaPlaca lo expresa así: “Las empresas eléctricas tienen en marcha un gran monopolio y lo quieren mantener”.

No es solamente la derecha Republicana que se opone a las energías renovables. Los Demócratas a menudo apoyan nuevos planes de combustibles fósiles, en parte porque están comprometidos con los sindicatos de la construcción a cambio de apoyo para las campañas. En otoño pasado, días después de que los mercenarios contratados por la compañía que está detrás del Oleoducto Dakota Access asuzaron a sus ovejeros alemanes contra los manifestantes indígenas, el AFL-CIO (que incluye a los poderosos Sindicatos de la Construcción de Norteamérica) emitió un comunicado apoyando al oleoducto “como parte de una política energética integral. …La construcción y el mantenimiento del oleoducto crean empleos de calidad”. Desde ya, Hillary Clinton se negó a apoyar a Obama en el intento de bloquear el oleoducto. Y por supuesto, Donald Trump aprobó el proyecto durante el primer tiempo de su presidencia, pocos días después de una alegre reunión con los dirigentes de los sindicatos de la construcción. El primer petróleo fluyó por el oleoducto la misma tarde en que Trump retiró a los Estados Unidos del acuerdo climático de París.

 

ESTO SIGNIFICA, CLARO ESTÁ, QUE LAS PERSONAS QUE APOYAN A LAS ENERGÍAS RENOVABLES DEBEN DESTACAR LOS EMPLEOS QUE SE CREARÁN DURANTE LA TRANSICIÓN HACIA EL USO DE ENERGÍA SOLAR Y EÓLICA. Ya hay más estadounidenses empleados en la industria de la energía solar que en los yacimientos de carbón, y la conversión recién empieza. Se prevé que el proyecto de ley federal del 100 por ciento promovido por Sanders y Merkley, además de sus generosos beneficios climáticos, generará 4 millones de empleos nuevos durante las próximas décadas.

Y dado que esos empleos no siempre estarán ubicados en los mismos lugares que los empleos que reemplazan en la industria de los combustibles fósiles, las personas que apoyan a las energías renovables además deberán exigir una transición justa para los trabajadores desplazados. Labor Network for Sustainability (LNS) es un grupo que trabaja a favor del clima y del empleo que sostiene la idea de que dichos trabajadores reciban beneficios como los que otorgó la Ley para Veteranos de Guerra de 1944 (G.I. Bill): tres años de salario y beneficios completos, cuatro años de educación y nueva capacitación, y puestos de empleo en programas comunitarios de desarrollo económico. Dicho sea de paso, esto también es un fuerte motivo para contar con una robusta red de contención social: las revoluciones generan perdedores además de ganadores.

Los defensores de la justicia ambiental tampoco dudan en señalar que los arrendatarios y propietarios de bajos ingresos también deben compartir los beneficios económicos de la revolución de las energías renovables. En Brooklyn, New York y Fresno, California, grupos como UPROSE y Green for All están trabajando en proyectos solares locales para suministrar a los residentes energía limpia ybuenas oportunidades laborales.

Jacqueline Patterson, jefa del trabajo de justicia ambiental de la NAACP (Asociación Nacional para el Progreso de las Personas de Color), observa que las comunidades de bajos ingresos deben ser protegidos de cualquier aumento en los costos a medida que el mercado atraviesa la transición. “Para esas comunidades, una ‘transición justa’ significa que sus facturas no aumenten”. En un mundo ideal, agrega, “Ellos no son solo consumidores que firman un cheque todos los meses, sino que ahora ven una posibilidad de ser propietarios de parte de esa infraestructura”.

En junio, el fondo filantrópico Wallace Global Fund otorgó a los Sioux de Standing Rock un premio de $250,000 más una inversión de hasta $1 millón para la construcción de infraestructura para energía renovable en su reserva, una oportuna conmemoración de la valentía de los protectores del agua que intentaron frenar el oleoducto Dakota. Sirve además como recordatorio de que las fundaciones privadas también tendrán que jugar un papel en esta transición.

Será dura la batalla política por las energías renovables. En enero, el diario New York Times denunció que los hermanos Koch han empezado una agresiva (y cínica) iniciativa para captar comunidades minoritarias, sosteniendo que ellas “son las más beneficiadas por los combustibles fósiles baratos y abundantes”. Tienen como objetivo no solo captar a votantes afro-descendientes para el programa de energía del Partido Republicano, sino además entorpecer la implementación de energías renovables en ciudades en que la mayoría de la población no es caucásica, como por ejemplo Richmond, California.

Foto por Ashley Cooper / Barcroft Images / Barcroft Media via Getty Images.

LA POLÍTICA RETORCIDA DE ESTADOS UNIDOS PODRÍA FRENAR LA TRANSICIÓN HACIA ENERGÍAS RENOVABLES, PERO AHORA OTROS PAÍSES ESTÁN PRESIONANDO PARA ACELERAR ESA TRANSICIÓN. En junio, por ejemplo, la Provincia de Qinghai en China, un territorio del tamaño de Texas, pasó una semana utilizando 100 por ciento de energía renovable, comprobando la confiabilidad de la red a fin de demostrar que el país podría continuar con su ritmo inigualado de instalación de sistemas de energía eólica y solar.

China no está sola Un viernes del mes de abril, Gran Bretaña, por primera vez desde el inicio de la Revolución Industrial, logró satisfacer la demanda de energía sin quemar un solo trozo de carbón. Desde 2014, la producción solar se ha sextuplicado en Chile, donde el sistema Metro de Santiago se convirtió recientemente en el primero en funcionar principalmente con energía solar. Holanda anunció este invierno que su sistema de trenes ahora es impulsado totalmente por energía eólica y, para recalcar la idea, implementó una memorable maniobra publicitaria atando al director ejecutivo al aspa en movimiento de un molino de viento.

Estas son todas buenas señales, pero frente a la rápida desintegración de los casquetes glaciales polares y las temperaturas globales récord en cada uno de los últimos tres años, todavía no alcanzan. Va a requerir un nivel más profundo de compromiso, incluida la transformación del gobierno estadounidense de ser un obstáculo a ser un defensor durante los próximos ciclos electorales. Esto es factible precisamente porque la idea de la energía renovable es tan popular.

“Existen varias razones por las que está funcionando la idea de 100% energía renovable; por las que es una idea tan potente,” afirma Michael Brune, director ejecutivo del Sierra Club. “Por un lado, las personas tienen agencia. Las personas que están indignadas, alarmadas, deprimidas, llenas de desesperanza sobre el cambio climático quieren generar una diferencia en maneras que puedan ver, así que se están volcando a sus patios traseros. Se están volcando a sus ciudades, sus estados, sus universidades. Y resulta emocionante: es una manera de enfrentar el tema no solo a través del pavor sino a través de algo que dispara la imaginación”.

Brune dice que a veces todos los ambientalistas tienen que hacer campaña juntos y trabajar sobre el mismo tema, como se hizo en Keystone XL o en el acuerdo de París. “Pero en este caso la política está tan distribuida como la solución. Son personas trabajando sobre miles de ejemplos de la idea única”. Una idea cuyo tiempo ha llegado.