Representantes de compañías de combustibles fósiles como BP, Chevron y Saudi Aramco, al igual que directores de bancos de inversión, son algunos de los que asistieron a la reunión anual con el supuesto propósito de establecer la agenda del año sobre cómo empresas y gobiernos pueden hacer del mundo un lugar mejor para todos. Sin embargo, poco se puedo avanzar teniendo en cuenta que cada país antepone sus propios intereses y es muy difícil que entre todos atiendan los tres temas más importantes del momento: una guerra en Ucrania, un planeta que se calienta y una economía global que se enfría cada vez más.

Quienes toman las decisiones, asistentes y aquellos que hablaron en el WEF, se inclinaron por el apoyo a la energía en carbono y dejaron en silencio a activistas climáticos, científicos y defensores de las energías renovables. Como resultado, las necesidades y los deseos expresados favorecen al 1%. Un conflicto de intereses similar caracterizará este año a la cumbre climática COP28, la cual tomará lugar en Emiratos Árabes Unidos y será presidida por el sultán Al-Jaber, director de la compañía petrolera nacional y empresas energéticas.

¿Pero cómo puede esperarse que representantes estatales -quienes fueron elegidos para supuestamente mejorar las vidas de sus ciudadanos- cumplan con sus promesas de abordar el cambio climático mientras las mismísima industria, que nos empujó a la crisis actual, estará presente en la misma sala?

El más reciente informe de la ONU sobre el clima ha dejado claro que un calentamiento de 1,5º no es una medida segura, y el mismísimo Informe de Riesgos Globales para 2023 del WEF reconoce la “ventana cada vez más pequeña para la transición a un mundo de 1,5º” y el amplio riesgo que la escasez de recursos y el cambio climático representan para el mundo. Estos constituyen cinco de las diez mayores preocupaciones de los próximos dos años, y, además, la pérdida de la biodiversidad y el colapso de los ecosistemas figuran como los riesgos mundiales que más rápidamente se deteriorarán durante la próxima década.

Pese a esto, las mayores economías del mundo continúan financiando el desarrollo de combustibles fósiles y se quedan atrás en la adopción de medidas que aceleren la transición energética que estos riesgos hacen necesaria. Entre el 2019 y el 2021, países del G20 y los principales bancos multilaterales de desarrollo (BMD) canalizaron 55.000 millones de dólares por año hacia los combustibles fósiles.

 

¿Cuál es la industria que ofrece la mejor solución?

En medio de una creciente inflación y crisis energéticas y del costo de vida alrededor del mundo exacerbadas por la invasión rusa de Ucrania, la presencia de lobistas de los combustibles fósiles amenaza con generar interés por las típicas soluciones a corto plazo. La dependencia de los combustibles fósiles es lo que nos metió en este lío, y no nos sacará de él.

El sistema energético mundial y la asociada interdependencia económica han quedado expuestos como volátiles e inseguros, con la carga del aumento de precios recayendo sobre los hogares con menos privilegio económico.

No solo se alzaron sus voces las jóvenes activistas Greta Thunberg y Vanessa Nakate (Uganda), tanto dentro del foro como en las manifestaciones en las calles; también lo hicieron líderes financieros mundiales. Cuando le preguntaron a Kristalina Georgieva, directora gerente del Fondo Monetario Internacional, ¿qué cosa cambiaría para acelerar la transición al cero neto de emisiones de gases de efecto invernadero?, ella respondió que encerraría a Estados Unidos, China, India y la Unión Europea en una habitación. “Déjenlos salir después de que firmen con sangre un compromiso para trabajar juntos con el fin de salvar al planeta”, declaró entre aplausos.

Conocemos mejores soluciones: el dinero público debe ser redirigido hacia la energía renovable a escala para acelerar la transición justa en los sectores de energía, transporte y agricultura; proteger y restaurar nuestros ecosistemas, y financiar pérdidas y daños mientras se invierte en adaptación y mitigación. En lugar de canalizar billones hacia los combustibles fósiles, países del G20 pueden suspender el cobro de deudas de los BMD en el Sur Global y transformar los marcos de préstamos para priorizar la resiliencia climática en las regiones más afectadas.

Según Prospectivas de la energía en el mundo (WEO, por sus siglas en inglés), acciones positivas como la Ley para la Reducción de la Inflación en Estados Unidos, el paquete “Objetivo 55” y REPowerEU de la UE, la Transformación Verde de Japón (GX), y objetivos a largo plazo en energía limpia establecidos por Corea, India y China podrían más que duplicar las inversiones actuales en energía limpia para 2030 y lograr que las emisiones globales alcancen su punto máximo en 2025. Algunos líderes esperan que esta ley norteamericana funcione como catalizador. Incluso el líder opositor británico Keir Starmer dijo que dicha legislación es “la oportunidad más grande que nos han dado en mucho tiempo para hacer la transición, para tomar los trabajos y las oportunidades del futuro”.

En este contexto, la Unión Europea aprovechó el foro para un gran anuncio. Úrsula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, presentó un amplio plan industrial de tecnologías limpias (Green Deal Industrial Plan), una competencia positiva para la lucha contra el cambio climático pero con problemáticos rasgos proteccionistas que todavía no se terminaron de revisar. La estrategia consta de cuatro pilares: la agilización de procedimientos burocráticos y de acceso a los recursos necesarios para avanzar en este sector; la financiación para empresas en toda la UE, pero focalizada donde más se necesita; la formación de trabajadores cualificados, para sostener el cambio estructural que se necesita; y una garantía de comercio y competición internacional justa. Es la respuesta de la Unión Europa a la Ley para la Reducción de la Inflación de Biden, que otorga subsidios al desarrollo nacional de tecnología verde por valor de casi 400.000 millones de euros y que desata grandes cuestionamientos por su planteamiento muy proteccionista.

 

La transición energética tiene que ser ya, y tiene que ser justa

No cabe duda que estas potentes inversiones a realizarse en los próximos años son un activo fundamental en el desarrollo e implementación de tecnologías que reduzcan las emisiones contaminantes. Pero la conexión entre este objetivo —que toca múltiples aspectos sensibles, desde materias primas a tecnologías pioneras— y el estado turbulento de las relaciones entre Estados Unidos, la Unión Europea, China, Japón e India; también abre paso a fricciones graves. Por ejemplo, tanto China como Estados Unidos tientan con sus subsidios a empresas extranjeras. Esto es algo que los europeos necesitan frenar urgentemente. A estas dificultades geopolíticas, todavía hay que sumarle la desigual capacidad fiscal de los 27 miembros de la UE para repartir ayudas entre sus empresas. Las negociaciones para un acuerdo común llevarán tiempo, mientras tanto la crisis climática avanza. Y se necesitan políticas aún más fuertes para incrementar las inversiones en energías renovables y evitar impactos climáticos asociados a un calentamiento de 1,5º o 2º. No hay que perder de vista que el financiamiento público para proyectos de combustibles fósiles continúa siendo el doble de lo que actualmente se dedica a la energía limpia.

Otra observación necesaria es que en esta carrera por las tecnologías verdes no se le puede dar la espalda al Sur Global. ¿Se financiarán solo los proyectos propios de cada nación?, ¿se otorgará financiamiento a aquellos territorios que hoy sufren las consecuencias y que casi no han emitido GEI en relación a las grandes potencias? Los planes para el desarrollo de tecnologías verdes y para la lucha contra la crisis climática tiene que incluir a todos y todas.

No legitimaremos al WEF exigiendo a los culpables del cambio climático mientras las voces de las comunidades más afectadas, organizadores de campañas por la energía renovable y expertos son dejadas fuera de la conversación. Mientras los ricos del mundo se reunían, las comunidades a las que alegaban representar estaban experimentando la catástrofe climática en tiempo real.