Comunidades en Salento, en el “tacón” del sur de Italia, están en primera linea de la batalla para detener el Gasoducto Trans Adriático (TAP). Si se completa, el TAP conectaría con el Corredor Sur de Gas, que llevaría miles de millones de metros cúbicos de gas al año de Azerbaiyán a Italia a partir de 2020.

El gasoducto tocaría tierra en el hermoso pueblo costero de San Foca, Puglia. La población local teme que su construcción, que incluirá una terminal de recepción de gas, dañará y contaminará el paisaje local, la costa y las aguas cristalinas.

Foto: Alessandra Tommasi

A pesar de la violencia policial y las amenazas de multas elevadas, los ciudadanos de la zona se están organizando pacífica y vigorosamente para detener la construcción del gasoducto.

La historia del gasoducto TAP es un claro ejemplo de la falta de visión de los políticos europeos. La UE y sus estados miembros planean expandir de forma masiva la infraestructura de gas con nuevos mega gasoductos como el Trans Adriático y el Nord Stream II, a pesar de que las reservas de gas existentes acabarían con con el presupuesto de carbono y de que la infraestructura existente está subutilizada.

El proyecto costará 45.000 millones de euros, convirtiéndose en el proyecto más caro de combustibles fósiles en desarrollo en Europa. Si se tienen en cuenta las posibles fugas de metano que ocurrirán a lo largo de su ruta, los impactos para el clima del gas que transportará se cree que serían al menos tan graves como los del carbón.

La región del Mediterráneo ya se ha calentado 1,3ºC por encima de los niveles preindustriales, lo que ha llevado a condiciones más secas, aumentando el riesgo de incendios forestales, como los que arrasaron la zona el verano pasado.

Los científicos advierten que, a menos que el aumento medio de temperatura en la región se detenga antes de alcanzar el umbral de 1.5ºC, muchas zonas del sur de Europa y el norte de África se convertirán de forma permanente en desiertos, con olas de calor mortales más frecuentes y consecuencias dramáticas para la producción de alimentos.

Los olivares y viñedos que han dado forma a la región de Salento por miles de años podrían desaparecer en un par de generaciones si proyectos como el del gasoducto TAP siguen adelante y contribuyen a inclinar la balanza del cambio climático.

“Este es un problema de toda Europa”, afirma Sabina Giese, una residente local que está organizando la resistencia contra el gasoducto. “No necesitamos este gasoducto, como tampoco necesitamos los demás. Nosotros, la gente de Europa, tenemos que estar unidos en esta lucha”.

Los ciudadanos locales han estado preocupados por el proyecto TAP durante años, pero la lucha se recrudeció en marzo de 2018, cuando la compañía que lo construye, sin contar con ningún permiso oficial del gobierno local, entró a retirar cientos de olivos centenarios cerca del pueblo rural de Melendugno.

Estos árboles son la espina dorsal de la economía de la zona, esenciales para el sustento de las economías locales. Suponen un gran valor cultural para los ciudadanos locales y tienen cientos (algunos, miles) de años.

Concentraciones masivas de personas, tanto locales como de otras áreas del país, han estado resistiendo pacíficamente el desarraigo de los árboles y la construcción del gasoducto. Entre otras formas de resistencia, han subido a los olivos para protegerlos con sus propios cuerpos, y construido barricadas de piedra para evitar que los vehículos accedan al lugar. A menudo han sido repelidos por policías antidisturbios.

A principios de julio, la policía, usando una ley de orden público de la época de Mussolini, estableció un bloqueo en torno al minúsculo pueblo, cortando todos los caminos de entrada y salida al mismo, al tiempo que los constructores avanzaban en la remoción de los olivos desarraigados. Aquellos que se resistieron, incluyendo al vice-alcalde del pueblo, fueron violentamente atacados por la policía.

La tensión sigue siendo alta en San Foca y Melendugno. La policía parece estar tratando de intimidar a quienes están participando en la resistencia. Han identificado a personas a través de fotografías y grabaciones de vídeo, y estas personas han empezado a recibir notificaciones de multas de entre 2.500 y 10.000 euros por participar en protestas pacíficas y cortes de carreteras.

Pero el espíritu de resistencia es fuerte, y las concentraciones locales cada vez son mayores. El comité local No TAP está decidido a detener el gasoducto por completo. Creen que es innecesario, antidemocrático, y que causará un gran daño económico y medioambiental en la zona. Su mensaje es “Né qui né altrove” — “No al TAP, ni aquí ni en ningún sitio”.

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