El periodista André Borges del diario brasileño O Estado de S. Paulo, reveló el 2 de agosto un caso que, de tan absurdo, parece ficción. Desde hace casi 30 años que Petrobras, la petrolera semi-pública cuyo principal accionista es el gobierno brasileño, esconde una enorme cantidad de equipos y tubos utilizados en sus actividades en almacenes submarinos clandestinos, situados en la franja oceánica próxima a Río de Janeiro.
Tal como suena. De 1991 a 2016, sin ningún tipo de licencia ambiental y a riesgo de provocar graves daños a las áreas de arrecifes naturales cercanas, la compañía fue deshaciéndose de máquinas y tubos que estaban en desuso en seis depósitos situados en el fondo del mar. Son 1640 equipos que incluyen más de 1.400 km de tuberías. Casi la mitad de esos equipos ya no puede ser reutilizados, es decir, se han convertido en basura.
El organismo de fiscalización ambiental del gobierno brasileño, el Ibama, conoce esa irregularidad desde hace al menos 12 años y, a petición de Petrobras, nunca divulgó públicamente la información a pesar de reconocer que la región afectada se caracteriza por una “elevada complejidad ambiental” y de haber multado ya a la compañía con 2,5 millones de reales (unos 460.000 dólares al cambio actual).
Según Ibama, Petrobras también fue responsable del traslado anual medio de casi 700 km de equipos, lo que equivale a la instalación de nada menos que cuatro sistemas de plataformas de producción.
Esto significa que, durante casi tres décadas, la petrolera fomentó una actividad intensa y clandestina en el fondo del mar, con el riesgo de dañar un área esencial de la vida marina de una buena parte del litoral brasileño.
La historia todavía empeora. Desde 2016, el Ministerio Público Federal (MPF) ha estado tratando de lograr que Petrobras dé un destino adecuado a sus residuos, pero hasta ahora no ha resultado en ninguna acción concreta que corrija el problema por parte de la empresa. El acuerdo que se está discutiendo actualmente define que la compañía comenzaría a limpiar su desorden recién a partir de 2022.
Un incentivo a las irregularidades ambiental
Vale la pena descatar la flexibilidad de los órganos de fiscalización ante medidas tan descaradas hacia las instituciones públicas, el medio ambiente y las comunidades que dependen de la vida marina para sobrevivir.
Sería injusto, no obstante, decir que la empresa nunca ofreció una respuesta a las tasas que le impusieron el Ibama y el MPF. Tal y como informa el reportaje de André Borges, Petrobras está dispuesto a pagar una compensación financiera de 7,74 millones de reales (alrededor de 1,42 millones de dólares) por los daños causados al medio ambiente. Esta cantidad corresponde a menos de 0,02% de los beneficios de la compañía en 2019, que fueron de más de 40.000 millones de reales (unos 9,2 mil millones de dólares a la fecha del anuncio del beneficio).
Una vez cerrado el acuerdo, Petrobras estima que tardará cinco años en limpiar las áreas de depósito, según estimaciones de los propios técnicos de la compañía.
Ahora, poniendo todo esto en perspectiva, ¿acaso no da la sensación de que lo de Petrobras es un acto irreverente, ya que busca beneficiarse mediante la falta total y descarada de respeto hacia el medio ambiente?
Sería una narrativa interesante si fuera, de hecho, parte de una serie o de un libro sobre grandes corporaciones y sistemas de fiscalización negligentes en un país fictício. En esas páginas web de reseñas de películas, que puntúan con estrellas y usan pocas palabras para definir la obra, quizás podríamos encontrar palabras como “ingeniosa”, “provocativa” o “perturbadora”. Sin embargo, al ser un hecho absurdo del mundo real, las palabras más precisas para definir esta trama parecen ser “deprimente”, “intolerable” y “un síntoma de cómo actuan las empresas del sector de combustibles fósiles”.
350.org ha ayudado a desarrollar esta historia y conseguir respuestas sobre esta situación. ¡Súmate a nosotrxs en este camino!
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Créditos de la fotografía:
Sede de Petrobras, en el centro de Río de Janeiro – Foto de Thomas Hobbs en Wikimedia