En enero de 2024 la pobreza en Argentina alcanzó los niveles más altos de los últimos 20 años: experimentó un brusco salto del 49,5 % en diciembre al 57,4 % en el mes siguiente. Hablamos de una diferencia de casi 8 puntos. En un contexto donde el acceso a recursos básicos es muy desigual, hay otra variable que entra en juego y abre otra brecha: el cambio climático. Pues soportar altas temperaturas en una vivienda precaria es muy diferente a hacerlo en una casa con refrigeración. Entonces, ¿cómo es adaptarse al cambio climático en situación de pobreza?, ¿es lo mismo o implica dinámicas y elementos diferentes?
El dato surge del informe anual publicado por el Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina, y en sus conclusiones argumentan que el aumento de la pobreza se relaciona directamente con la devaluación impulsada por el nuevo gobierno en diciembre pasado, que incrementó los valores de las canastas básica alimentaria y la total.
En sus primeros dos meses de gobierno, Javier Milei aplicó un feroz plan de ajuste que ha generado un impacto terrible: más de tres millones de personas se suman a la línea de pobreza.
Esto sucede además en un contexto de calentamiento global, que exacerba fenómenos climáticos como El Niño y La Niña, que a su vez condicionan a la región latinoamericana durante ciclos alternantes de sequías y de tormentas. Esta situación trae aparejada toda una serie de impactos negativos: incendios, inundaciones, plagas de insectos, aumento de enfermedades de transmisión por plagas, y todo tipo de problemas de salud que se magnifican.
El cambio climático en los sectores más vulnerables
Como lo anuncia el título de este artículo, 6 de cada 10 personas son pobres. Si quisiéramos ampliar esta radiografía, podemos analizar los datos del último censo oficial (2022). Según el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC) el 40 % de los argentinos viven sin acceso a gas de red o a un desagüe cloacal. Es decir, 4 de cada 10 argentinos viven en viviendas que podrían considerarse precarias. En este tipo de viviendas la posibilidad de prevenir enfermedades es infinitamente mayor, y ante inundaciones la posibilidad de perderlo todo es una realidad.
Además de la vivienda, la escasez de ingresos hace que muchas personas no puedan consumir servicios y productos claves para esta época, como por ejemplo tener algún tipo de refrigeración para evitar los golpes de calor (las tarifas de luz aumentan exponencialmente), hasta la compra de repelentes o protectores solares. Solo a modo de ejemplo: si el salario mínimo actual es de 180.000 pesos y el precio de un repelente oscila entre 2.500 a 8.000 pesos aproximadamente, y un protector solar $10.000, pocas son las chances que se elijan este tipo de protectores antes que la compra de comida.
Otra problemática que aportan las altas temperaturas, es que junto a las condiciones de humedad, prolifera el mosquito Aedes aegypti, que transmite el virus del dengue. Además el calor expande el rango geográfico del mosquito, llevando el dengue a áreas donde antes no era común.
Es alarmante que frente a las consecuencias del cambio climático que desgraciadamente se agravan año tras año, la pobreza se multiplique en este ritmo, y cada vez menos personas las que podrán adaptarse para sobrevivir, y cada vez más las que ven su salud y calidad de vida severamente afectadas.
Pero además, Javier Milei también está generando impactos de mediano y largo plazo que afectan a la población. Por ejemplo, con el desfinanciamiento del internacionalmente reconocido sistema científico argentino, que desde hace décadas realiza investigaciones aplicadas en medicina y epidemiología que van desde transplantes hasta el dengue, y el desarrollo de vacunas, tratamientos y medicamentos más accesibles. También la ciencia argentina se dedica precisamente a estudiar las consecuencias que el cambio climático genera en el país.
La conjunción de negacionismo climático, desprecio por la ciencia, y políticas feroces de ajuste que sostiene Javier Milei, es una combinación que en países como Argentina tienen consecuencias inmediatas y atroces. Brasil ya ha vivido condiciones similares aunque no idénticas con el gobierno de Jair Bolsonaro. Algunas de sus medidas fueron devastadoras, como por ejemplo: relajar las regulaciones ambientales, con el argumento de fomentar el desarrollo económico o recortar el presupuesto destinado a agencias y programas encargados de la protección ambiental.
Actualmente, el gobierno de Brasil está recuperando el protagonismo que tenía en materia climática y la sociedad civil continúa con fuerzas luchando para proteger el capital natural colectivo. Creemos que también la sociedad argentina, es una sociedad que tiene un historial de resiliencia y organización contra quienes atacan a sus diferentes sectores, sobre todo los más vulnerables. Hay esperanza de que, más allá de estos primeros devastadores impactos, el avance de Javier Milei va a encontrar límites en la resistencia social en general, y los movimientos sociales, ambientales y climáticos. Nosotros somos parte de esa resistencia, y esperamos que vos también te unas.