Comenzó en 2012, con un puñado de pequeños grupos que se unieron en torno a su indignación por el estado del planeta y a su determinación de arreglar las cosas. Sabían que era necesario un nuevo enfoque para hacer frente al dominio de la industria de los combustibles fósiles sobre el clima.

Así que dieron nueva vida a una táctica con experiencia demostrada para provocar cambios en el statu quo. Así como la desinversión ayudó a acabar con el apartheid en Sudáfrica, el movimiento de “desinversión climática” obligaría a la gente de las altas esferas a abrir los ojos respecto a los combustibles fósiles.

Y ahora, cuando los delegados de la ONU terminan de reunirse en Katowice, Polonia, para la 24ª conferencia sobre cambio climático (COP 24), ese joven movimiento está superando un hito importante.

Hoy celebramos más de 1.000 compromisos de desinversión – más de 1.015 movimientos por parte de instituciones para sacar sus 8 billones de dólares de la industria de los combustibles fósiles, precisamente porque esa industria causó y está empeorando activamente la crisis climática.

“Mientras que los diplomáticos en las negociaciones climáticas de la ONU están teniendo dificultades para avanzar, nuestro movimiento ha cambiado la manera en que la sociedad percibe el papel de las corporaciones de combustibles fósiles y está activamente manteniendo los combustibles fósiles bajo tierra”. May Boeve, Directora Ejecutiva de 350.org.

Cuando el número 1.000 llegó justo antes de la COP24, con la Caisse des Dépôts et Consignations (CDC), que maneja las pensiones, ahorros e inversiones del sector público francés, abandonando las inversiones relacionadas con el carbón, fue un poderoso símbolo de lo lejos que había llegado el movimiento. Allá por 2013, los 181 compromisos de desinversión del movimiento sumaban tan solo 50 mil millones de dólares. Hoy vemos a instituciones tan grandes como la nación de Irlanda y la ciudad de Nueva York, uno de los principales centros financieros del mundo, rechazar a la industria de los combustibles fósiles. Este nuevo informe muestra un crecimiento exponencial.

¿Cómo llegamos hasta aquí?

Hace un año, en diciembre de 2017, en una helada mañana frente al Panteón de París, las personas se reunieron – muchas de ellas por primera vez. Unidas en torno a la frase “pas un euro de plus” (Ni un Centavo Más), se presentaron con las primeras luces del alba por algo en lo que creían: que el Estado francés y, por extensión, todos los gobiernos y bancos del mundo, tienen el deber moral de apartarse de los combustibles fósiles y situarse en el lado correcto de la historia.

Se había publicado un informe y circulaba una petición que mencionaba la inversión de la CDC en 12 proyectos de combustibles fósiles sucios. Para muchos, era la primera vez que habían atado cabos y reconocido que la inversión pública en combustibles fósiles es una forma inaceptable de apoyo a la industria. Esta campaña pública conmocionó al gobierno, que se vio presionado a reconsiderar la cuestión.

Pero no hicieron nada. De modo que en 2018 se produjo una oleada de iniciativas locales en toda Francia. Mediante acciones creativas en las calles, la gente continuó criticando al gobierno por su apoyo sostenido a la industria. En muchos casos, a fin de cuentas, era el dinero de su propia jubilación que estaba invertido en carbón, petróleo y gas. En las ciudades se comenzaron a formar grupos locales y a presentar mociones para que la CDC nacional retirara sus inversiones. Y en dos ocasiones distintas, en septiembre y en octubre, más de 120.000 personas marcharon por el clima en todo el país.

En Lille, en el norte de Francia, miles de personas se reunieron el 8 de septiembre para la movilización de Únete por el Clima. También tuvieron lugar grandes marchas el 13 de octubre y el 8 de diciembre.

 

Y ahora, gracias a una creciente campaña que no va a parar, se ha dado un primer paso hacia el éxito. Puede que la CDC no se haya desprendido de todos los combustibles fósiles (aún posee participaciones en petróleo y gas), pero la campaña sigue incrementando la presión. Con el carbón fuera de juego, se ha fijado como objetivo que se abandonen todos los combustibles fósiles.

Los efectos de la desinversión de la CDC se extienden más allá de Francia. Una de las compañías de carbón que ha sido puesta en la lista negra, de acuerdo con su política de desinversión, es RWE, la cual ha estado financiando minas sucias como la mina Hambach, de 17 kilómetros de ancho, en la vecina Alemania. Ahora, RWE ha perdido una fuente crucial de financiación para su actividad principal: el carbón. Y una importante institución nacional que – como tantas otras – tácitamente apoyaba a una industria peligrosa ahora ha cambiado de rumbo gracias al poder de la gente.

En el exterior de la CDC, en París, la gente comunica el mensaje de “Desinvertir el dinero público de los combustibles fósiles”.

 

Esta es una historia que hemos visto repetirse en todo el mundo. 1.000 compromisos no son fruto de la casualidad. Son el resultado de un despertar por parte de miles y miles de personas en todo el mundo. Personas que tienen miedo, que están preocupadas y, en muchos casos, que ya están siendo afectadas por el desastre climático. Pero que también son valientes.

Nuestros 1.000 compromisos son poderosos no solo porque muestran un alejamiento exponencial de los combustibles fósiles, sino porque hay personas reales detrás de ellos impulsando este tema. La gente común se está uniendo y está aprendiendo a protestar, a presionar, a conectarse, a asumir grandes riesgos y a construir redes. Cualquiera puede involucrarse localmente en una campaña para provocar un cambio en su propio fondo de pensiones, su grupo religioso, su universidad, su ayuntamiento u otra institución – y al emprender esta acción local, también se está sumando a un movimiento global por el cambio.

¿Qué sigue?

Siempre hay algo más por hacer en el movimiento climático. Así como el movimiento francés necesita mantener la presión sobre la CDC para que desinvierta completamente del petróleo y del gas, el movimiento más amplio de Cero Fósiles está buscando ampliar su alcance y añadir nuevas tácticas: asegurar 1.000 nuevos compromisos en un tiempo mucho menor, pero también impulsar el abandono masivo de los combustibles fósiles en países de todo el mundo y abogar por que los fondos desinvertidos sean invertidos de nuevo en proyectos de energía renovable que fomenten una transición justa y equitativa hacia un nuevo sistema energético.

Así que hoy hacemos una pausa para celebrar. Pero no demasiado larga. Del mismo modo que el poder de la gente fue necesario para llegar a los 1.000, se necesitará aún más para subir hasta un nivel que permita hacer frente a la crisis climática.

Necesitamos otras 1.000 instituciones que saquen su dinero de los peligrosos combustibles fósiles: Desde grandes fondos de pensiones como el del Estado de Nueva York a autoridades morales como el Vaticano, desde instituciones emblemáticas como la Fundación Nobel a universidades de primer nivel como Yale, Harvard, Oxford y Cambridge, hasta gigantes de los seguros con sede en Estados Unidos como AIG y Berkshire Hathaway. La corriente está cambiando y ahora es el momento de desinvertir.

“Lograr que nuestras instituciones públicas se conviertan en Cero Fósiles es algo que todos podemos hacer”, explicó Nicolas Haeringer, un organizador que apoya a grupos de desinversión a nivel mundial en 350.org y que ayudó a organizar la movilización de “pas un euro de plus” en París. “Ya sea nuestra universidad, nuestro gobierno municipal o nuestro fondo de pensiones, podemos cerrar el grifo del dinero a las industrias contaminantes y podemos obligarlas a tomar mejores decisiones, como invertir en energía renovable local. Es algo que estamos viendo suceder en todas partes, con un impulso propio”.

No pasa solamente en Francia. Este es un movimiento global y hay miles de iniciativas increíbles que ya están en marcha o que están esperando a ser iniciadas en todo el mundo. Tú también puedes ser parte de él, dondequiera que vivas.

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