Este articulo fue publicada originalmente en El Mañana en Mexico. Nos gusta en particular esta parte: “Para que la civilización humana sea sostenible, el nivel seguro de dióxido de carbono en la atmósfera es de no más de 350 partes por millón (ppm). Este objetivo ha sido aprobado por el Dalai Lama, junto con otros ganadores del Premio Nobel y científicos distinguidos.”
Declaración budista sobre el cambio climático
Vivimos una gran crisis confrontada por el reto más grave que la humanidad ha enfrentado: las consecuencias ecológicas de nuestro propio karma colectivo.
El consenso científico es abrumador: la actividad humana está provocando un cambio ambiental a escala planetaria. Particularmente el calentamiento global está sucediendo mucho más rápido de lo pronosticado y esto es más obvio en el Polo Norte.
A lo largo de miles de años el Océano Ártico ha estado cubierto por un área de mar-hielo tan grande como Australia que ahora se está derritiendo rápidamente.
En el 2007 el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) pronosticó que el Ártico podría dejar de tener hielo durante sus veranos para el año 2100.
Ahora parece que esto podría suceder dentro de una ó dos décadas. La gran capa de hielo de Groenlandia también se está derritiendo más rápidamente de lo esperado.
Este siglo el incremento del nivel del mar será de por lo menos un metro lo cual es suficiente para inundar muchas ciudades costeras y áreas vitales para el cultivo del arroz como el delta del Mekong en Vietnam.
Los glaciares en todo el mundo se están alejando rápidamente. De continuar las políticas económicas actuales, los glaciares de la meseta tibetana, fuente de grandes ríos que proporcionan agua a miles de millones de personas en Asia, desaparecerán dentro de 30 años.
Graves sequías y cosechas malogradas ya están afectando Australia y al norte de China. En importantes reportes –del IPCC, las Naciones Unidas, la Unión Europea y la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza- se señala que sin un cambio colectivo de dirección, los suministros cada vez más limitados de agua, alimento y otros recursos pueden ocasionar, para mediados de siglo, condiciones de hambruna, peleas por los recursos y migración masiva, tal vez para el 2030 según el asesor científico en jefe del Reino Unido.
El calentamiento global juega un papel importante en otras crisis ecológicas, incluyendo la pérdida de muchas especies de plantas y animales que comparten esta Tierra con nosotros.
Los oceanógrafos reportan que la mitad del carbono liberado al quemar combustibles fósiles ha sido absorbido por los océanos incrementando su acidez en aproximadamente 30%.
La acidificación está afectando la calcificación de conchas y arrecifes de coral, así como también está amenazando el crecimiento de plancton que es la fuente de la cadena alimenticia de gran parte de la vida marítima.
Los reportes de eminentes biólogos y de la ONU coinciden en que mantener la actividad económica actual ocasionará la extinción de la mitad de todas las especies sobre la Tierra en este siglo.
Estamos violando de forma colectiva el primer precepto –“no lastimar a los seres vivos”- a la escala más grande posible y no podemos prever las consecuencias biológicas para la vida humana cuando tantas especies que contribuyen de forma invisible a nuestro bienestar desaparezcan del planeta.
Muchos científicos han concluido que está en juego la sobrevivencia de la civilización humana. Hemos alcanzado una coyuntura en nuestra evolución biológica y social.
Nunca ha habido un momento histórico más importante para utilizar los recursos del Budismo en beneficio de todos los seres humanos. Las cuatro nobles verdades proporcionan un marco de diagnóstico de nuestra situación actual y para formular lineamientos apropiados –puesto que las amenazas y desastres que enfrentamos últimamente surgen de nuestra mente humana y por lo tanto requieren de cambios profundos dentro de nuestras mentes.
Si el sufrimiento personal proviene de los antojos y la ignorancia- de los tres venenos de la avaricia, enfermedad, voluntad y la falsa ilusión- lo mismo se aplica al sufrimiento que nos aflige en una escala colectiva.
Nuestra emergencia ecológica es una versión más grande del perenne predicamento humano. Tanto como individuos y como especie sufrimos de un sentido de nosotros mismo que nos sentimos desconectados no solo de otras personas sino de la misma Tierra.
Como dijo Thich Nhat Hanh “Estamos aquí para despertar de la ilusión de nuestra separación”. Necesitamos despertar y darnos cuenta de que la Tierra es nuestra madre, así como nuestro hogar – y en este caso el cordón umbilical que nos une a ella no puede dañarse- Cuando la Tierra se enferme, nosotros nos enfermamos porque somos parte de ella.
Nuestras actuales relaciones económicas y tecnológicas con el resto de la biósfera son insostenibles. Para sobrevivir a las difíciles transiciones que tenemos por delante deben cambiar nuestros estilos de vida y nuestras expectativas y esto significan nuevos hábitos así como nuevos valores.
La enseñanza Budista de que la salud del individuo y de la sociedad depende del bienestar interno, y no solo de los indicadores económicos, nos ayuda a determinar los cambios personales y sociales que debemos llevar a cabo.
Individualmente debemos adoptar comportamientos que incrementen nuestra consciencia ecológica diaria y que reduzcan nuestra “huella de carbono”. Aquellos de nosotros que estamos en economías avanzadas necesitamos modernizar y aislar nuestras casas y lugares de trabajo para tener mayor eficiencia de energía; bajar la temperatura de los termostatos en el invierno y subirla en el verano, usar focos y aparatos eléctricos de alta eficiencia, apagar los aparatos eléctricos que no estén en uso, manejar los automóviles que tengan el mayor rendimiento de combustible posible y reducir el consumo de carne favoreciendo una dieta saludable y ambientalmente amigable basada en plantas.
Estas actividades personales no serán suficientes, por sí mismas, para evitar una calamidad futura. También tenemos que hacer cambios constitucionales tanto tecnológicos como económicos.
Debemos “descarbonizar” nuestros sistemas de energía lo más rápidamente posible reemplazando los combustibles fósiles con fuentes renovables de energía que son ilimitadas, benignas y armoniosas con la naturaleza.
En especial necesitamos detener la construcción de nuevas plantas de carbono ya que el carbono es la fuente más contaminante y más peligrosa de carbono atmosférico.
Si se utilizan inteligentemente la energía eólica, la energía solar, la energía de la marea y la energía geotérmica pueden proporcionar toda la electricidad que necesitamos sin dañar la biósfera.
Debido a que hasta una cuarta parte de las emisiones mundiales de carbono resultan de la deforestación, debemos revertir la destrucción de los bosques, especialmente el vital cinturón de selvas tropicales donde viven la mayor parte de las especies de plantas y animales.
Recientemente ha sido obvio que también se necesitan cambios importantes en la manera en que está estructurado nuestro sistema económico. El calentamiento global está íntimamente relacionado a las enormes cantidades de energía que devoran nuestras industrias que proporcionan los niveles de consumo que muchos de nosotros esperamos.
Desde una perspectiva budista, una economía sana y sustentable estaría gobernada por el principio de suficiencia: la clave de la felicidad es la satisfacción en vez de una creciente abundancia de productos.
La compulsión a consumir cada vez más y más es una expresión del deseo compulsivo, exactamente lo que Buda señaló como la principal causa del sufrimiento.
En lugar de una economía que enfatiza las ganancias y que requiere de un crecimiento perpetuo para evitar el colapso, necesitamos movernos juntos hacia una economía que proporcione un estándar de vida satisfactorio para todos mientras que nos permita desarrollar todo nuestro potencial (incluyendo el espiritual) en armonía con la biósfera que sostiene y abriga a todos los seres, incluyendo a las generaciones futuras.
Si los líderes políticos no pueden reconocer la urgencia de nuestra crisis global o no están dispuestos a poner el bien de la humanidad a largo plazo sobre los beneficios a corto plazo de las corporaciones de combustibles fósiles, tal vez necesitemos desafiarlos con campañas sostenidas de la acción ciudadana.
Recientemente el Dr. James Hanses de la NASA y otros climatólogos han definido los objetivos precisos necesarios para evitar que el calentamiento global alcance catastróficos “puntos de no retorno”.
Para que la civilización humana sea sostenible, el nivel seguro de dióxido de carbono en la atmósfera es de no más de 350 partes por millón (ppm). Este objetivo ha sido aprobado por el Dalai Lama, junto con otros ganadores del Premio Nobel y científicos distinguidos.
Nuestra situación actual es particularmente preocupante ya que el nivel actual ya es de 387 ppm y ha estado aumentando 2 ppm por año. No solo tenemos el reto de reducir las emisiones de carbono sino también de quitar las grandes cantidades de gas carbónico que ya están presentes en la atmósfera.
Como firmantes de esta declaración de principios budistas, aceptamos el urgente reto del cambio climático. Nos unimos al Dalai Lama al apoyar el objetivo de 350 ppm.
De acuerdo con las enseñanzas budistas aceptamos nuestra responsabilidad individual y colectiva para hacer todo lo que podamos para lograr este objetivo, incluyendo (pero no limitando) las respuestas personales y sociales señaladas con anterioridad.
Tenemos una pequeña ventana de oportunidad para tomar acción, para evitar que la humanidad sufra del inminente desastre y de ayudar a la sobrevivencia de muchas formas diversas y hermosas de vida sobre la tierra.
Las futuras generaciones y las otras especies que comparten con nosotros la biósfera no tienen voz para pedir nuestra compasión, sabiduría y liderazgo. Debemos escuchar su silencio.
Debemos ser su voz y actuar en su representación.
*El texto anterior es un documento lúcido, valiente, bien informado y compasivo que ha sido firmado, entre otras grandes maestros y personalidades, por el Dalai Lama.
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