(Muchísimas gracias a Gustavo Duch Guillot por esta hermosa creación literaria)

Para www.moving-planet.org y su 24 de septiembre.

Gustavo Duch Guillot (*)

 

La jornada se iniciaba plácidamente con la salida del Sol.  Para las gentes del campo; para las gallinas, conejos y vacas; y para las niñas y niños, que entonces salían a jugar. Y finalizaba cuando el astro desordenado y tímido decidía retirarse, a veces antes, a veces después.

El Sol era el alimento básico –junto con la tierra abonada- de los vegetales que a su vez daban de comer a las personas. Y a las mulas y a los caballos que ayudaban en las tareas agrícolas. El Sol evaporaba el agua que después sería lluvia; y deshelaba glaciares que serían riego. La energía nutritiva y motora era gratis, común e infinita.

Como el Sol, en el campo predominaba el amarillo del trigo o el maíz, con diferentes matices según la estación o el clima, matices que algunas personas sabían interpretar.

Los rayos de Sol calentaban los cuerpos y las almas humanas; y cuando se necesitaba una sobredosis, los abrazos ejercían la misma función

Quizás porque el Sol es redondo, quizás porque da vueltas sin parar, la vida giraba sobre sí misma y siempre volvía a empezar, sorprendiendo en su monotonía. Una civilización Sol-tenible y Sol-idaria, de personas de sangre caliente y corazón solar.

 

La jornada se inicia con el sobresalto de una alarma. No se mira el cielo sino la agenda y la televisión. Las gallinas ponen huevos sin cesar y los niños y niñas se acuestan de madrugada al agotarse la batería del ordenador.

El petróleo cría los vegetales bajo plásticos que les previene de la insolación. Sus producciones dan de comer primero a los coches y aviones; después a las personas. No hay animales soleándose en el campo, sólo friéndose en naves industriales. La energía se compra en barriles. Y es motivo de guerras y muchas dependencias que se ignoran y disfrazan para adormilar las conciencias

Como el petróleo, en el campo predomina el negro del humo y el gris de los polígonos. Las tecnologías , engreídas, creen poder prescindir del Sol.

Los cuerpos se calientan con prendas térmicas mientras las almas agonizan heladas de frio. Las caricias y abrazos se anuncian en los periódicos.

De sólo mirar hacia delante, y nunca hacía arriba ni hacia abajo, la vida camina muy rápido precipitándose al vacío. Una civilización inSolente.

 

(*) Gustavo Duch Guillot

www.gustavoduch.wordpress.com