El gas es un combustible fósil que, al quemarse, produce letales emisiones de efecto invernadero a la atmósfera. Por si no fuera suficiente motivo para prescindir de él, su naturaleza (gaseosa) complica y encarece su extracción, transporte y almacenamiento. En consecuencia, a menudo se producen fugas que representan una amenaza aún más inmediata al clima de nuestro planeta.

Marcha para Dar La Patada al #KeystoneXL. El domingo, 6 de agosto de 2017, más de 600 personas se reunieron frente al capitolio del Estado de Nebraska para manifestarse en contra del oleoducto Keystone XL. Fotografía: Juliana BrownEyes-Clifford

 

¿Cómo hemos llegado a este punto? ¿Por qué algunos políticos y grupos de presión siguen afirmando que el gas es una opción para la transición o (aún peor) que es una fuente SOSTENIBLE de energía? Recapitulemos: en las últimas décadas, el poder de la gente no ha parado de asestar golpes a la industria mundial de los combustibles fósiles. El espectacular aumento de las energías renovables, el conjunto de conocimiento científico en continua expansión sobre las causas de la crisis climática (entre las que la quema de combustibles fósiles ocupa, recordemos, una proporción abrumadora) y el incansable activismo en todo el mundo de organizaciones, individuos y todos los niveles intermedios sitúan en desventaja a la industria tradicional de los combustibles fósiles. Algunos de sus productos como, por ejemplo, el carbón han alcanzado unos niveles de toxicidad tan elevados que países, ciudades y compañías de todo el mundo les están poniendo fecha de caducidad o están prescindiendo por completo de ellos.

En respuesta, la industria de los combustibles fósiles ha doblado su apuesta por el gas fósil, que es una mezcla compuesta prácticamente por completo de metano (CH4), un potente gas de efecto invernadero que tiene un poder de destrucción del clima 86 veces superior al del CO2. Pese a que, al quemarse, emite ligeramente menos CO2 que el carbón o el petróleo, sigue siendo perjudicial en exceso debido a que las fugas de metano no se pueden evitar por completo. En cuanto se sitúan por encima del 3 %, se contrarresta esa supuesta reducción de los daños al clima. Y es que las fugas se producen en todas las etapas del ciclo de vida del gas fósil: producción, transporte (por gasoducto o conductos de GNL) y consumo!

Pero ¡no nos quedemos solo con las emisiones y las fugas! Vamos a dejar los efectos devastadores sobre el clima y a tener en cuenta también de dónde procede el gas fósil. Como todo combustible fósil, la producción de gas está centralizada en unos pocos puntos de la Tierra en los que su concentración hace que extraerlo resulte rentable para la industria de los combustibles fósiles y sus aliados. Como todo combustible fósil, extraerlo perjudica los sustentos, la salud y las culturas de las comunidades. Acarrea contaminación lumínica, acústica, del aire y del agua, servicios públicos saturados y destrucción de recursos naturales. En algunos casos, como cuando se aplica el fracking como método de extracción, las comunidades que viven en esos lugares tienen que hacer frente hasta a terremotos.

Por si fuera poco, la volatilidad inherente a los precios del gas supone que las poblaciones de los países que extraen gas en el Sur global a menudo no pueden permitirse ni el que se obtiene en el lugar en el que viven En consecuencia, la transición a la energía renovable, mucho más barata,ahorraría los costes de peaje, que son muy elevados.

 

Resistencia comunitaria al gasoducto transadriático en Salento, Italia. Fotografía: Alessandra Tommasi.

 

La industria de los combustibles fósiles no va a dejar de presentar el gas como una solución sostenible para el futuro. Lo llaman gas «natural» con hipocresía, exageran sus supuestas ventajas en comparación con el carbón: aún siguen luchando con uñas y dientes para convencer a los políticos y a las comunidades de que el gas puede y debe formar parte de la transición a un futuro más sostenible. Sin embargo, lo cierto es que el gas es un puente a ninguna parte y constituye la última oportunidad de la industria de los combustibles fósiles. La solución segura para el futuro está clara: basta de carbón, basta de petróleo ¡Y BASTA DE GAS!