Por Charlie Wood
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En el corazón de Gippsland, a pocas horas en carretera al este de Melbourne se encuentra el Valle de Latrobe. Enclavado entre las hermosas cordilleras de Strzelecki y el parque nacional Baw Baw, el paisaje del valle está lleno de cicatrices por la extracción de carbón durante más de un siglo. Pero el paisaje no es el único que sufre la carga de esta industria, el Valle es uno de los ejemplos más horripilantes de cómo la industria de los combustibles fósiles destroza las comunidades. La economía de las energías renovables no puede basarse en la misma lógica difusa de la economía de los combustibles fósiles. La justicia climática no se trata solo de acabar con las emisiones de gases de efecto invernadero, sino de asegurarnos de no repetir los errores de la era de los combustibles fósiles.
Hace un par de semanas, me uní a un grupo de personas de Melbourne que viajaban al Valle de Latrobe. Nos reunimos con historiadores locales, familias de mineros de carbón, operadores de planta, niños, trabajadores de la comunidad y constructores de carreteras, entre otros. Estábamos allí para escuchar las experiencias de la comunidad local y preguntar qué podíamos hacer para ayudar.
Viajando a través del Valle, puedes sentir y tocar la esperanza allá por donde vayas. A pesar de la alarmante majestuosidad de las chimeneas, las torres de refrigeración y de las terribles minas excavadas en lo que de otra manera sería un impresionante paisaje ondulado, el cielo es puro y claro, el sol es cálido y constante, la gente tiene un carácter y espíritu fuerte.
Baratas y sucias, las reservas de lignito bajo el Valle de Latrobe han sido la característica que define a la región desde que las primeras compañías mineras empezaron sus operaciones en 1888. En aquella época extraían el carbón de la tierra para usarlo en las máquinas de vapor que impulsaron la primera industrialización de Victoria. Ahora el lignito del Valle de Latrobe se utiliza para la Central Eléctrica de Hazelwood, la cual tiene el dudoso honor de ser la central eléctrica más sucia del mundo desarrollado.
En una era en la que el sol y el viento pueden satisfacer nuestras necesidades energéticas, es inevitable darse cuenta de que estas centrales son como sacados de un cuento de Dickens; como si se tratara de un desastre a punto de ocurrir. Y, de hecho, ya han ocurrido desastres. El año pasado un incendio en la mina Morwell ardió durante 45 días cubriendo la región con humo tóxico. El incendio fue el peor desastre medioambiental en la historia de Victoria. Mientras los dueños de la planta en el extranjero sacaban ganancias de este desastre, algunas partes del Valle se encuentran entre las más socio-económicamente pobres de Victoria.
En la década de 1990 las minas y las centrales eléctricas fueron privatizadas y a partir de ahí las cosas fueron de mal en peor. La comunidad estaba expuesta a un ciclo de las subidas y caídas del mercado energético; cada uno dejando una cicatriz terrible en la gente honesta y decente del Valle.
Hoy en día solo unos cuantos cientos de personas están empleadas por cada estación — tienen buenos salarios y pueden dar a la comunidad y apoyar al resto de la gente. Uno de los trabajadores nos contó que si su familia extendida quiere ir de vacaciones no dudaría en darles el dinero. La mayoría de las personas de la comunidad no se pueden permitir estas cosas — así como no pueden permitirse seguir siendo afectados por la explotación del carbón.
Nadie estaba preparado para el incendio que ardió en la mina Morwell durante 45 días. Los bomberos actuaron rápidamente — al principio eransolo 6 — no, no estoy bromeando, contaban con un equipo de seis bomberos en total. Pero solo estaban acostumbrados a luchar contra incendios forestales y resultaron de poca ayuda ante la mina de carbón en llamas.
El departamento de sanidad miró para el otro lado — no documentaron los impactos para la salud así que la comunidad se encargó de hacerlo. Salieron con cuadernos y bolígrafos, hora tras hora, día tras día, y documentaron la terrible realidad con sus propias manos. Los trabajadores atendidos en el hospital tenían niveles de monóxido de carbono que más que duplicaban el nivel considerado seguro, los bebés estaban débiles en brazos de sus madres y no se interesaban ni por la bebida ni la comida, gente que nunca había tenido asma la desarrolló y aparecieron casos repentinos en los hospitales de gente con angina, arritmias, bronquitis y cáncer; algunas personas incluso murieron.
Y el gobierno aún no aceptaba lo que estaba sucediendo. Dijeron a la gente que simplemente tenían enfermedades preexistentes que no habían sido diagnosticadas. Dijeron que la mortalidad descendió y que nadie sufriría secuelas a largo plazo en la salud a pesar de que está documentado que — aparte del incendio — las vidas de estas personas son más cortas que las de nosotros que vivimos en las ciudades.
Es imposible exagerar el impacto que este desastre tuvo en la región. Llevó al Valle y sus habitantes al límite; no pueden permitirse vivir con el miedo a que otro desastre como el último incendio en la mina pueda repetirse en cualquier momento.
La comunidad del Valle de Latrobe ha sido arrastrada a través del barro al infierno y de vuelta, pero todavía son personas generosas, amables y maravillosas que se concentran en seguir adelante; buscando soluciones y un camino hacia algo mejor que la sucia industria en la que todos confían.
Esta comunidad está habituada a ser maltratada — están acostumbrados a que las compañías de combustibles fósiles saquen provecho de ellos, los gobiernos los ignoren y los activistas no los entiendan.
Y todavía, a pesar de todo esto, la comunidad sigue siendo fuerte. Se han remangado las mangas de la camisa, se han secado las lágrimas y no tienen ningún resentimiento. A lo mejor están asustados, tristes y traicionados, pero saben que un futuro mejor es posible. El hecho de que incluso nos interesemos por su historia, sin contar con nuestro interés por ayudarles, era abrumador para ellos, después de haber sido abandonados a la intemperie por demasiado tiempo.
A pesar de las puestas de sol de color rojo como la sangre y empapadas por la contaminación, existe la idea de que el sol se ponga sobre el carbón y que no se lleve a esta comunidad con él. Están aquí para luchar y están aquí para quedarse. Están preparados y deseosos de encontrar una solución para su comunidad que no dependa en una energía finita y contaminante. Están preparados para soluciones reales de energías limpias y no falsos sustitutos como la energía nuclear o el gas.
Uno de los mejores ejemplos de ello fue una sesión de lectura que hicimos durante nuestra visita. Cuando se inició el incendio, un grupo de madres, padres y jóvenes de unos 20 años se habían unido para escribir una obra de tres actos sobre su experiencia. “Muriendo por una Risa” recrea su horrorosa experiencia con un alivio cómico, con momentos trágicos que, al final de las tres horas de lectura, nos dejó a todos llorando, pero aliviados y determinados a ayudar a asegurar que este infierno no continuara afectando a esta buena gente.
Nuestros dos días — que sentimos como dos años — acabaron con una sesión brillante entre nosotros y diez de nuestros anfitriones, preparando un plan para seguir adelante, una manera de que los habitantes de las ciudades seamos mejores aliados, para no sólo finalizar algo sin comenzar algo mejor, y entendiendo que la transición es igual de importante que terminar con el carbón, un reconocimiento de que construir algo bueno es más duro que acabar con algo malo.
Los detalles exactos de esta alianza informal tienen que ser finalizados, todavía falta desarrollarlos. No hay documentos estratégicos precisos ni planes de siete puntos. En lugar de ello, se mostró un auténtico corazón, una amabilidad real y la conciencia de que podríamos trabajar juntos para crear algo bueno; grande o pequeño. Había una conciencia de que lo que habíamos visto en esos dos días nos había cambiado y que no volveríamos a ser los mismos de nuevo.
Sentimos que algunas heridas empezaron a curarse, que habíamos empezado a dar pasos pequeños hacia ver cómo se puede ser aliados adecuados para aquéllos que tienen que vivir con el carbón. Este trabajo se siente profundamente importante. El Valle podría convertirse en el modelo para un futuro más allá del carbón. Están listos y dispuestos – sólo necesitan y merecen algo de apoyo y respeto.
Establecido en el Valle Latrobe, el centro de producción de energía de Victoria, Our Power ("Nuestro Poder") es un documental sobre personas que se unen para influenciar un cambio positivo para su comunidad y las generaciones futuras.
Conozca más sobre el Valle Latrobe en el próximo documental -- Our Power.