Por May Boeve

El nuevo informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) que trata sobre los impactos climáticos, la vulnerabilidad y la adaptación ha llegado, y nos muestra un panorama aterrador sobre los peligros que enfrenta nuestro tan preciado mundo. Situaciones difíciles como ésta pueden generar el efecto contrario: la compulsión de mirar hacia otro lado, de “no mirar hacia arriba”, tal como se muestra en la película de la que todxs hablaban hace apenas un mes atrás. Pero, la realidad nos muestra que del otro lado de la desesperación es donde se encuentra, justamente, la acción que nos salva: la perspectiva de toda una nueva ola de políticas alineadas con la urgencia que esta situación exige. Siempre debemos recordar la acción climática que los esfuerzos de las agrupaciones de base han logrado en los últimos años, con resultados sin precedentes y, reconocer que, aunque el cambio llegue con atraso, la lucha sigue estando en nuestras manos.

Recuerdo la primera vez que tomé conciencia sobre la dimensión del problema. Era un día cálido y soleado de 2005, estudiaba ciencias políticas en la universidad, y fue en ese momento que comprendí que el cambio climático sería un hecho que lo cambiaría todo, exigiendo una transformación en las bases económicas, diplomáticas, políticas y sociales. Entendí también la naturaleza cada vez más interconectada del mundo y su necesidad de construir paz, multilateralismo y soluciones urgentes que den cuenta de estas interrelaciones.

Mi oportunidad de poner en práctica esta teoría no tardó en llegar durante la Cumbre Mundial sobre el Clima celebrada en 2009 en Copenhague, “la COP15”. Mis compañerxs y yo nos unimos con jóvenes activistas de todo el mundo para organizar una movilización sin precedentes en favor de la acción climática, que consistió en 5.200 huelgas en 182 países. Nuestras protestas fueron guiadas por un objetivo científico común y concreto: el límite de 350 partes por millón de CO2 en la atmósfera, que da nombre a la organización que ahora dirijo: 350.org.

Aunque las protestas fueron multitudinarias y consiguieron una atención mediática masiva, los políticos no hicieron lo que debían hacer. Mis mayores temores se habían hecho realidad. Nuestra acción no generó la suficiente presión, y quedó claro que íbamos a tener que trabajar más duro, de forma más inteligente, sorteando obstáculos importantes en esta misión de evitar la catástrofe climática.

El último informe del IPCC da cuenta sobre el daño financiero y humano que los impactos climáticos sin control han causado y seguirán causando a las comunidades, especialmente a las que tienen menos recursos para hacer frente a la crisis. Si las emisiones no se reducen drásticamente antes de 2030, es probable que en 2040 unos 3.900 millones de personas sufran de grandes olas de calor. Ya sabemos que en 2040 se necesitará casi un 50% más de alimentos, pero se prevé una disminución de hasta el 30% en el rendimiento de las cosechas. Por supuesto, estos impactos recaerán una vez más en los que ya son los más afectados: las comunidades que se están recuperando de la última inundación o incendio; las comunidades cuyos trabajadores esenciales siguen haciendo horas extras para hacer frente a la pandemia; las comunidades que carecen de acceso a agua limpia, aire o electricidad.

Este año, en 350.org le preguntamos a nuestro millón de miembros sobre cómo se sentían ante esta situación, y la respuesta más común que encontramos fue: ¿cómo seguimos adelante? ¿Hay alguna esperanza?

Dada la magnitud de la crisis, es fácil empatizar con el sentimiento. La mayoría sentimos que carecemos del poder individual para lograr un cambio más allá de los problemas que tenemos cara a cara dentro de nuestras comunidades. Pero la buena noticia es que la acción, la mitigación y la adaptación del clima tienen muchas formas, y no tenemos por qué actuar solxs.

En mi casa en Oakland (California), la lucha contra el cambio climático se traduce en una transición energética para la comunidad con subvenciones a la energía limpia para los hogares con bajos ingresos, o en el pastoreo de cabras en las laderas de las montañas para que coman los arbustos que podrían hacer que un incendio forestal arda más rápido. Se ve como la restauración de los humedales para suavizar el impacto de las tormentas. Como conocer los números de teléfono de mis vecinos para que podamos llamarnos cuando necesitemos ayuda, o cuando podamos ofrecerla. Estas soluciones están lideradas por nuestra comunidad, pero sólo pueden nacer de las decisiones de personas individuales que actúan con su poder.

Muchas ciudades y pueblos poseen iniciativas para mitigar estos impactos, y es probable que quienes trabajen en proyectos climáticos locales puedan necesitar de tu ayuda. Existen varias maneras de involucrarte como: unirte a listas de correo electrónico, asistir a reuniones, encontrar las políticas de cambio climático de los funcionarios electos y manifestarte en consecuencia. También puedes dejar de invertir en la industria de los combustibles fósiles, revisar si las inversiones que tu banco realiza son respetuosas con el clima y el ambiente, y asegurarte de que las instituciones gubernamentales locales y estatales hagan lo mismo. Puedes ya sea donar dinero o ser voluntario en cualquiera de los cientos de organizaciones comunitarias que luchan contra el cambio climático en tu país o a nivel global. Puedes apoyar a grupos liderados por comunidades de color y mujeres, que son las más afectadas por el cambio climático y cuyas propuestas a menudo se pasan por alto. Puedes apoyar a los grupos que están en la primera línea de la crisis climática en el Sur Global, como los Pacific Climate Warriors, el grupo indígena Minga en Brasil o Afrika Vuka del continente africano (links en inglés).

350.org trabaja en todo el mundo apoyando el liderazgo climático de las comunidades en aquellos lugares en los que los impactos del clima forman parte, con demasiada frecuencia, de la vida cotidiana. Estos grupos se ayudan mutuamente a hacer frente a los temporales y a luchar contra lxs verdaderxs impulsores del cambio climático. En lo que respecta al poder, los responsables políticos se debaten entre la presión pública de los votantes, por un lado, y el lobby de los combustibles fósiles, por otro. “Es demasiado tarde” es lo que Exxon y todas las empresas que se benefician del cambio climático quieren que pensemos.

Los informes del IPCC han impulsado victorias tangibles en el pasado: ciudades que declararon emergencias climáticas y lograron reducir las emisiones de carbono como consecuencia de ello; o que crearon compromisos concretos de emisiones cero netas; o que desencadenaron protestas históricas que provocaron acciones efectivas. En 2019, la publicación de un informe del IPCC sirvió de trampolín para la mayor movilización por el clima de la historia, en la que más de 7,6 millones de personas de 185 países se unieron al llamado de huelga liderado por los jóvenes.

La acción y la esperanza son lo que, en última instancia, harán que el poder pase de lxs multimillonarixs y lxs criminales a las personas. Independientemente de cómo elijamos ejercer nuestras acciones individuales, no renunciemos a la esperanza. Así es como se construyen y mantienen los movimientos de masas: de vecinx a vecinx, de agrupación a agrupación. Aprovechando nuestro propio poder, y uniéndolo al de otrxs, podemos multiplicar nuestro impacto y alimentar este movimiento que creará el cambio necesario para resolver la crisis climática, juntxs.

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May Boeve es Directora Ejecutiva de 350.org.
Traducción y adaptación: Rocío Rodríguez Almaraz