“El hombre blanco no entiende nuestra lucha para proteger la naturaleza. A ellos lo que les interesa es saquear. Para ellos, somos solamente un mercado que se roba y arrebata.” La frase es de Kretã Kaingang, dirigente indígena de Paraná, miembro de la coordinación general de Apib (Articulación de los Pueblos Indígenas de Brasil) y colaborador de la campaña No Fracking Brasil. La dijo durante la primera Gran Asamblea de la Alianza de los Guardianes de la Madre Naturaleza, realizada en Brasilia del 11 al 16 de octubre y que reunió a cerca de 200 líderes indígenas de todo el mundo.

Reunidos para debatir temas relevantes para el futuro del planeta, como el clima, la biodiversidad y el desarrollo, participantes llegaron de diversas partes del mundo – de las pequeñas islas, del ártico, del desierto, de las estepas, de las montañas y de los bosques – e inspirados/as en sus luchas y en las soluciones encontradas en sus propios territorios tradicionales, elaboraron un documento con 17 propuestas, que fue entregado a embajadores y a representantes de las Naciones Unidas.  Las propuestas y recomendaciones fueron elaboradas a partir de un documento ya existente, redactado a partir de discusiones previas durante la COP 21, en París, en 2015, cuando la Alianza fue creada.

En el tercer día, una de las mesas tuvo como tema la minería y la explotación de combustibles fósiles. Representantes de Brasil, África y el sudeste asiático participaron en el debate.  Se presentaron ejemplos de pueblos que luchan contra prácticas extractivas, muchas veces ilegales e irresponsables, como la extracción de petróleo y gas a través de prácticas convencionales. También se habló de los peligros de la minería de uranio y oro, y sus consecuentes efectos contaminantes.  Enfermedades pulmonares, cáncer y casos de esterilidad, que sufren los trabajadores y habitantes de los alrededores son  enfermedades comunes en todas las actividades.

Para Aboubacar Albachir, dirigente del pueblo Tuaregue que vive en el desierto del Níger, al contrario de lo que pregona el discurso desarrollista la minería de uranio en su país no trae ningún beneficio a la economía nacional. “Nosotros somos los ‘pastores nómadas’, y con la economía pastoral representamos el 13% del PIB nacional, mientras que la contribución del uranio representa apenas un 7%.  Nuestra lucha es para acabar con la extracción de minerales en nuestra región.”  Albachir cuenta que hay empresas mineras francesas en su territorio que conocen los riesgos que conlleva el proceso, pero continúan con sus actividades.

En Brasil, desde finales de la década de 1980 Davi Kopenawa Yanomami lleva denunciando ante el mundo el genocidio que la minería informal trae a su pueblo y a sus tierras.  En un documento publicado en 2014 por el ISA (Instituto Socioambiental) se constataron 84 indicios de minería informal dentro del territorio indígena Yanomami.

La extracción de oro y de otros minerales puede llevarse a cabo a cielo abierto o mediante la perforación de la tierra.  La difusión o el uso de compuestos químicos como el mercurio, el cianuro o el uranio, que causan graves perjuicios a la salud del medio ambiente, del agua, las plantas, los animales y los seres humanos.   El mercurio que se pierde en el medio ambiente durante este proceso contamina los ríos y las aguas subterráneas.   “Contaminar el agua significa contaminar las plantas y la carne de los animales que comemos”, recordó Davi Kopenawa.

Otro ejemplo de formas nocivas de extraer recursos de la naturaleza es el fracking, técnica no convencional utilizada para extraer petróleo y gas del subsuelo a través de la fracturación hidráulica.  Esta tecnología ya ha sido prohibida en diversos países de Europa, lo que provoca que empresas de estos países dirijan sus actividades a otras localidades donde la práctica sigue siendo legal.  En los últimos años Brasil ha sido objeto de la expansión de este negocio.  Por otro lado, especialistas, juristas, legisladores y la sociedad civil se han movilizado para garantizar la protección de sus territorios.  Fruto de esta movilización, emprendida principalmente por 350.org Brasil y por COESUS – Coalición No Fracking Brasil por el Clima, el Agua y la Vida, más de 350 ciudades ya han aprobado leyes para prohibir la técnica.

 

“Yo nunca había oído la palabra fracking, pero cuando supe de los riesgos que conlleva, a través del trabajo de 350.org y de COESUS, entré en esta lucha para proteger a mis hijos, a mis parientes, a mi pueblo.  Hemos emprendido una lucha en el Paraná, que fue el primer estado en subastar bloques para esta actividad.  Voy a hacer lo que esté a mi alcance para detener a estas empresas y dejar nuestros recursos en el lugar que tienen que estar: en el subsuelo”, afirmó Kretã Kaingang.  Durante su discurso, los indígenas Kaingang levantaron carteles con frases contra el fracking.

La diferencia entre la técnica del fracking y la perforación convencional es que la primera consigue acceder a las rocas sedimentarias de piedra caliza en el subsuelo y, consecuentemente, explorar depósitos que antes eran imposibles de alcanzar.  Pero para conseguir esto se lleva a cabo una inyección, a gran presión, de millones de metros cúbicos de agua mezclados con centenares de productos químicos, muchos de ellos cancerígenos.  De esta forma, el fracking puede contaminar no solo las aguas subterráneas y de la superficie, poniendo en riesgo acuíferos importantes como el Guaraní, sino también el aire y el suelo. Esta técnica también libera gas metano, uno de los principales gases causantes del efecto invernadero.

Casey Camp-Horinek, líder de la nación Ponca en el estado de de Oklahoma, Estados Unidos, habló sobre los efectos del fracking  en su territorio.  “En mi región el fracking comenzó en 2009, y desde esa época tuvimos varios temblores de tierra, de 3,5 a 5,8 grados de magnitud.   Además, vemos mujeres que no consiguen dar a luz, niños y niñas que mueren antes de nacer y un alto grado de esterilidad. Estamos experimentando tornados, sequías e inundaciones, que son respuestas de la naturaleza a esas actividades.  Nosotros tocamos sus huesos y succionamos la sangre de sus venas.  También somos responsables de curarla”, señaló.

Petrus Asuy, dirigente del pueblo Dayak Benuaq que vive en el lado oriental de Kalimantan, isla de Borneo, recordó la lucha de su pueblo contra las empresas de petróleo. “El gobierno causa conflictos entre los propios indígenas.  Uno de los pueblos de la región consiguió el permiso del gobierno para vender y abrir su territorio para la explotación.  Los pueblos vecinos intentaron persuadirles, pero las empresas tienen mucho poder.  Nuestra lucha no cuenta con el apoyo del gobierno local ni del nacional.  Con este encuentro, espero que podamos fortalecer nuestra lucha y unir fuerzas con nuestros hermanos y hermanas.  La forma en la que los gobiernos ven el desarrollo no es la misma que la de los pueblos indígenas, que lo hacen en armonía con la naturaleza”, defendió.