Entre el 11 y el 13 de junio de 2021, siete de las economías más grandes del mundo y de las supuestamente más “avanzadas” se reunieron para participar en la cuadragésima séptima cumbre del G7 en Cornwall, Reino Unido. La cumbre recibió líderes de Canadá, Francia, Alemania, Italia, Japón, Reino Unido y Estados Unidos haciendo grandes promesas pero mostrando poca acción y ninguna estrategia confiable para hacerlas realidad.
Dado el reciente informe de la Agencia Internacional de Energía (IEA por sus siglas en inglés), los líderes mundiales deben acordar mantener los combustibles fósiles bajo tierra. Cualquier otorgamiento de nuevas licencias para extraerlos es pasar una línea de peligro que no debe cruzarse.
La Directora de Campañas de 350.org, Agnes Hall afirmó: “Hacemos un llamado a la finalización de todo financiamiento de combustibles fósiles y de carbón. Es imperativo que el G7 invierta en modificar sus economías y alejarlas de la dependencia que tienen de los combustibles fósiles y del deseo de crecimiento infinito, lo cual sigue alimentando el desastre actual. La pandemia ocasionada por el COVID nos ha mostrado lo vulnerables que son nuestras economías a los choques. Necesitamos detener la inversión en combustibles fósiles y enfocarnos en crear sistemas energéticos resilientes y descentralizados basados en fuentes renovables”.
Un elemento crucial para la construcción de resiliencia económica después de la pandemia global es el compromiso con la liberación de las patentes de las vacunas: las empresas farmacéuticas deben permitir su producción de manera tan masiva como sea posible y compartir su conocimiento sin que medien patentes.
Hall además dijo que “los avances científicos realizados a costa del erario público deben ser antes que nada un bien público global; necesitamos de manera urgente dar fin al monopolio corporativo, escalar la producción y garantizar que las vacunas, los equipos y tratamientos sean universal y gratuitamente distribuidos alrededor del mundo”.
En tanto el mundo enfrenta la tragedia de una pandemia global, la crisis climática continúa escalando, afectando desproporcionadamente a los grupos más vulnerables. Los impactos del COVID-19 y del desastre climático no se sienten de igual forma alrededor del mundo, ni siquiera al interior de nuestras ciudades, pueblos o aldeas.
En ambos casos, son las comunidades más marginalizadas quienes reciben el mayor impacto, mientras que los ricos usan su dinero y poder para aislarse tanto como puedan. Los países del norte global tienen, por tanto, un deber moral y un interés inmediato de alzarse en solidaridad con los países del sur global que están en crisis debido a la inequidad en los procesos de vacunación.
La respuesta del G7 se quedó corta y no se dirige al desmantelamiento de las desventajas estructurales que enfrentan los países del sur global gracias al colonialismo, deudas asfixiantes y programas de ajuste estructural impuestas por instituciones financieras globales. Estas circunstancias imposibilitan la movilización de recursos a la escala que se necesita para enfrentar ambas crisis.
La Recuperación Justa significa reconstruir nuestra economía de forma tal que funcione para la mayoría, no solo para unos pocos que ya son ricos. Significa garantizar el acceso universal a las vacunas y a un ambiente limpio como derechos humanos básicos. Significa exigir soluciones equitativas para la crisis climática para que ningún miembro de nuestra sociedad quede en el olvido o injustamente acarree los costos del cambio climático.