Este 23 de septiembre, los políticos se reunirán en Nueva York convocados por el Secretario General de la ONU para una cumbre de emergencia sobre acción climática. La reunión no podría ser más importante. Como ha dicho la activista climática Greta Thunberg, nuestra casa está en llamas y es hora de actuar. Pero para hacerlo, los países necesitarán hablar por fin sobre la fuente de esas llamas: los combustibles fósiles.

Por increíble que parezca, en todas estas décadas de negociaciones internacionales sobre el cambio climático ningún país se ha comprometido firmemente a eliminar la producción de combustibles fósiles, aunque eso sea exactamente lo que la ciencia exige. El famoso Acuerdo de París ni siquiera menciona las palabras “combustibles fósiles”, “carbón”, “petróleo” o “gas”. Es como si el mundo aceptara combatir el tabaquismo, pero se negara a mencionar la palabra “cigarrillos”. Si alguna vez vamos a emprender el camino hacia la recuperación climática, primero debemos admitir que tenemos un problema.

Mientras tanto, nuestra continua adicción al carbón, al petróleo y al gas está, literalmente, vertiendo combustible en el incendio climático. Desde que se firmó el Acuerdo de París en 2015, la industria de los combustibles fósiles ha invertido más de $100 mil millones de dólares en su nueva producción, más de 10 veces la cantidad que han gastado en inversiones bajas en carbono. Un informe reciente de un grupo de expertos de Carbon Tracker concluyó que, solo el año pasado, la industria gastó $50 mil millones de dólares en nuevos proyectos que posiblemente no podrían cumplir con el objetivo de limitar el calentamiento global a 1.5 ° C. No se trata solo de las compañías petroleras: las instituciones financieras, lideradas por JP Morgan Chase, y los megabancos japoneses han invertido $1.9 billones de dólares en combustibles fósiles desde París. Todo esto a pesar de la conclusión del informe del IPCC que indica que debemos reducir a la mitad todas las emisiones de gases de efecto invernadero en la próxima década.

Entonces, no es de extrañar que la abolición de los combustibles fósiles se haya convertido en una demanda cada vez más central para el movimiento climático global. Esto es lo que exigirán las huelgas climáticas del mundo del 20 al 27 de septiembre con acciones en más de 117 países. Es también lo que Greta Thunberg, hablando por millones de huelguistas escolares, exigió en una reunión de la ONU el año pasado, y aún más directamente, a los ejecutivos de la industria de combustibles fósiles en Davos. Es lo que las comunidades que se encuentran en la primera línea del colapso climático alrededor de todo el mundo han estado exigiendo durante décadas: la frase “mantenerlo en el suelo” fue utilizada por primera vez por las comunidades indígenas que luchaban contra la extracción en sus tierras. Y esto es también en lo que ha estado trabajando el movimiento de desinversión de combustibles fósiles, ya que hemos logrado presionar a más de 1,100 instituciones que representan $11 billones de dólares en capitales para reducir sus inversiones en carbón, petróleo y gas.

Ahora, nuestra demanda para terminar con el uso de combustibles fósiles necesita moverse de las calles a los pasillos del poder. Afortunadamente, cada vez hay más pruebas de que el movimiento ya está en marcha. Hace dos meses en Brasil, la presión de grupos de agricultores, estudiantes, científicos y ambientalistas llevó a leyes estatales en Paraná y Santa Catarina que prohibían la muy perjudicial técnica del fracking. En América Latina, los huelguistas jóvenes vinculados a movimientos como Fridays For Future fueron fundamentales para victorias como la declaración de emergencia climática por parte del gobierno argentino en 2019.

En otras partes del mundo también vemos una significativa voluntad de avanzar hacia la abolición total de los combustibles fósiles. Los principales candidatos presidenciales demócratas en los Estados Unidos están comprometidos con eso, al igual que el líder del Partido Laborista en el Reino Unido y los jefes de gobierno en todo el Pacífico, por eso su llamado explícito al fin de la era del carbón. Incluso el Secretario General de las Naciones Unidas, acorralado por el protocolo diplomático, no ha pedido explícitamente nuevas plantas de este recurso para después de 2020.

A medida que la conversación sobre la eliminación gradual de los combustibles fósiles se ha intensificado, también lo ha hecho el rechazo de la industria y los gobiernos que los controlan. En la última ronda de negociaciones climáticas en junio, Arabia Saudita, con el apoyo de Estados Unidos, bloqueó cualquier mención adicional del informe del IPCC sobre la limitación del calentamiento global a 1.5 °C porque habla explícitamente sobre la necesidad de eliminar los combustibles fósiles. En el reciente Foro de las Islas del Pacífico, líderes de 14 naciones insulares resistieron durante 15 horas para tratar de obtener la mención de una “eliminación gradual del carbón” en un comunicado diplomático, solo para ser derrotados por Australia, que está empeñada en aumentar las exportaciones de carbón. Durante la próxima Cumbre de las Naciones Unidas sobre el Clima, los CEOs de las compañías de petróleo y gas más grandes del mundo organizarán su propia reunión en un lugar sin revelar en Nueva York, supuestamente para hablar sobre la reducción de emisiones. Conocemos su verdadera agenda: reducir la demanda pública de acción sobre los combustibles fósiles.

A las compañías de estos combustibles les encantaría la cumbre de emergencia de este año nada más que para producir otra ronda de “compromisos a largo plazo” y promesas vagas. Les encantaría que debatiéramos solo sobre pajitas de plástico o si deberíamos comer hamburguesas o no. Conocemos su libro de jugadas tal como ellos han sabido sobre el cambio climático desde la década de 1970. Entonces, en cambio, nos aseguraremos de que los políticos en Nueva York se centren en el desafío en cuestión: cómo eliminar gradualmente el uso de combustibles fósiles. Porque la única forma de detener el incendio climático es terminar con el combustible en el que se quema.

 

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May Boeve – Directora Ejecutiva de 350.org

Traducción: Rocío Rodríguez Almaraz