por Karina Alvarez
Abro este blog con una confesión: durante más tiempo del que quisiera admitir, yo negaba firmemente el cambio climático. Luego, después de mi primera clase en ciencias ambientales, me sentí agobiada por el gran peso del cambio climático sobre mis hombros. Me dispuse a compensar el tiempo que había perdido negando la realidad; sin embargo, mis primeros años en el movimiento climático estuvieron marcados por muchas dudas – tanto respecto de mí como del movimiento – y por bastante frustración, una sensación que estoy segura muchos de ustedes, lectores, también han experimentado.
Más tarde, me enteré de Libre de Fósiles. Al principio sentí una gran atracción por la campaña de desinversión debido al increíble apoyo y solidaridad que encontré entre los miembros del movimiento. Dada la escala global de la crisis climática, la comunidad que predica la desinversión también necesariamente es global. Está conformada por personas provenientes de un vasto espectro de identidades religiosas, culturales, nacionales y de género, que hallaron una causa en común que trasciende estas fronteras. Persistí en mi apoyo de la campaña porque vi que constituye una herramienta potente para generar un cambio social significativo en la raíz de la crisis climática.
No soy una persona religiosa, pero me conmovieron las palabras del Papa Francisco, quien ha aludido muchas veces a la influencia destructiva de las industrias de combustibles fósiles, especialmente en su encíclica Laudato Si’: “El sometimiento de la política ante la tecnología y las finanzas se muestra en el fracaso de las cumbres mundiales sobre medio ambiente. Hay demasiados intereses particulares y muy fácilmente el interés económico llega a prevalecer sobre el bien común y a manipular la información para no ver afectados sus proyectos”. (Párrafo 54) Laudato Si’)
Por cierto, me enoja que las compañías de combustibles fósiles ignoran intencionalmente nuestra salud y seguridad futuras para beneficiarse económicamente en el presente. Me frustra que aquellos que menos han contribuido a esta crisis, incluida nuestra generación, serán los que pagarán el mayor precio. Lloro las vidas ya perdidas como resultado de las injusticias ambientales. Pero sigo mirando la campaña de desinversión global como una fuente de esperanza.
Asistiré a la Jornada Mundial de la Juventud 2016 en Cracovia porque es una tremenda oportunidad específicamente para que los integrantes de nuestra generación, la primera cuya vida entera ha transcurrido en la crisis climática, reivindiquemos nuestro futuro. Siendo una de las mayores reuniones de jóvenes en el mundo, la Jornada Mundial de la Juventud es un foro donde podemos levantar nuestras voces y llamar la atención de los líderes mundiales sobre los problemas que nos importan. Es un lugar donde aprender el uno del otro sobre diferentes culturas, perspectivas alternativas y preocupaciones. Es un espacio donde construir no solo grandes coaliciones sino también relaciones individuales entre nosotros como miembros de una comunidad global. Como resultado, podremos trabajar juntos para implementar los ideales universales de la encíclica Laudato Si’ en nuestras comunidades locales desde una perspectiva internacional.
A pesar de que entre las generaciones actuales, la mía es la menos religiosa, el mensaje del Papa Francisco ha inspirado a la acción a jóvenes provenientes de todos los contextos religiosos, incluyéndome. El Papa Francisco y la encíclica Laudato Si’ me han movilizado para comprender el poder de la fe durante la crisis climática, se trate de fe en Dios, en la humanidad, o en este movimiento global. Asistiré a la Jornada Mundial de la Juventud porque, aunque no crea en un ser todopoderoso, sí creo en el poder de la juventud. La Jornada Mundial de la Juventud es una oportunidad crucial para fortalecer y hacer crecer la campaña a favor de la desinversión en combustibles fósiles, y por lo tanto, es una inversión en nuestro propio futuro.