por María Victoria Emanuelli
Responsable de Campañas de 350.org América Latina

 

BUENOS AIRES – En las últimas semanas la palabra “gasoducto” se impuso en el vocabulario de la opinión pública argentina. Hace referencia al Gasoducto Néstor Kirchner. ¿Por qué de pronto se habla de este tubo de acero que transporta gas en todos los medios? Son varios los motivos: los más “populares” son los económicos y políticos alineados con la narrativa oficial. Hay otros de los que se habla poco: los ambientales, sociales, climáticos, pero también los económicos vinculados a los costos detrás de Vaca Muerta. Las ganancias económicas pueden parecer tentadoras en una primera instancia, pero no lo serán a mediano plazo. 

 

¿Qué hay detrás del gasoducto?

En Vaca Muerta, donde está el punto de partida del gasoducto, se encuentra la segunda reserva de gas y la cuarta de petróleo no convencional del mundo. Desde su descubrimiento, diferentes gobiernos instalaron al yacimiento como la solución a los dos grandes problemas de escasez que sufre el país: la del gas, que en varias oportunidades obligó al Gobierno a importar este recurso de países vecinos; y de dólares, agravada por la deuda pública contraída con el FMI. Vaca Muerta podría abastecer el consumo interno en una primera etapa, alcanzando la “independencia energética”; y en una segunda, exportar para obtener los tan deseados dólares. En ambos casos, y para muchos, el gasoducto es la pieza clave. 

Por otra parte, es preciso recordar que estamos en año electoral. El actual gobierno ha perdido exponencialmente apoyo de la ciudadanía y se encuentra abatido por la crisis económica y política. Además el candidato presidencial del oficialismo es el actual Ministro de Economía. Por todo esto, la construcción de la épica narrativa en torno al gasoducto y Vaca Muerta se tornó imprescindible. 

 

No todo lo que brilla es oro o gas. 

Este posicionamiento se sostuvo a lo largo de la historia argentina, sin importar la línea política del gobierno de turno. Tanto para el peronismo, como para el Pro, el desarrollo del país está vinculado a la industria de combustibles fósiles; es una de las pocas áreas no atravesada por “la grieta”.

Como anticipé, para imponer esta narrativa, casi épica, hay mucha información que se oculta deliberadamente:

  • El fracking* es una técnica muy costosa e intensiva en el uso de recursos naturales como el agua (en un país que acaba de atravesar una sequía histórica con terribles consecuencias) y la arena (mayormente extraída del Litoral y de zonas atravesadas por humedales)
  • Por esta misma razón el Estado Argentino subsidia la actividad de fracking en Vaca Muerta y tiene regímenes especiales de giro de divisas para empresas extranjeras. 
  • El impacto socioambiental del fracking es muy grave, sobre todo para las comunidades y ecosistemas naturales de la zona: contamina el agua y la tierra, genera crisis hídrica, sismos constantes, problemas de salud, surgimiento de nuevas poblaciones migratorias que modifican las economías locales, entre tantos otros problemas.
  • El desarrollo de energías basadas en combustibles fósiles va en contra de pactos y acuerdos internacionales a los que Argentina suscribe. Mientras en el Norte global se acelera la transición energética para fuentes de energías renovables, aquí se invierte desmesuradamente en combustibles fósiles. 

Estos costos los pagan las poblaciones, la naturaleza y el Estado Argentino, al cual pertenecemos y contribuimos todos los habitantes de este país. 

Volviendo al gasoducto, la primera etapa que recorre desde Tratayén (Neuquén) hasta Salliqueló (Buenos Aires) abarca 473 kms. Se realizó en tiempo récord y comenzó a llenarse el 20 de junio de este año. Solo en el primer tramo se atravesaron 4 provincias con sus respectivos ambientes y ecosistemas. Si bien se aprobaron los estudios de impacto ambiental del recorrido, en La Pampa el gasoducto atraviesa un bosque nativo de Caldenes sin escuchar las advertencias de los vecinos. La experiencia relacionada a proyectos de combustibles fósiles indica que los controles ambientales son muy débiles y casi exiguos cuando detrás hay intereses tan fuertes. 

 

Entonces, ¿solución o problema?

El gasoducto es el símbolo de este modelo insostenible de dependencia y expansión de combustibles fósiles. 

Y hay a la vista una gran contradicción. Por un lado se busca utilizar los recursos financieros de nuestro endeudado Estado para invertir y subsidiar la extracción de gas y petróleo no convencional; se calcula que aproximadamente el 25% del “Aporte solidario y extraordinario para ayudar a morigerar los efectos de la pandemia” se invirtió en el desarrollo de hidrocarburos. Mientras que las ganancias se las llevan principalmente capitales privados: la misma YPF tiene un 49% de este tipo de acciones. 

Argentina tiene todas las condiciones para desarrollar energías renovables, y hay estudios que demuestran que un simple direccionamiento de la inversión actual en combustibles fósiles hacia este tipo de energías puede acelerar la transición energética, generando muchos más puestos de trabajo. Este cambio debe impulsarse cuantos antes, mientras prolongamos este modelo se sigue replicando la pobreza, devastación de ecosistemas, avasallamiento de derechos humanos, y zonas de sacrificio asociados a los combustibles fósiles. 

 

* Para extraer gas y petróleo de Vaca Muerta se utiliza el fracking o fractura hidráulica, técnica que fractura las rocas donde se encuentran el gas y petróleo a través de la inyección a alta presión de grandes cantidades de agua con aditivos químicos.

 

Victoria Emanuelli dirige las campañas de 350.org en América Latina.

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