Por Aaron Packard, publicado en Huffington Post – 1 de septiembre de 2015
En Agosto, científicos de la Universidad de Columbia publicaron un estudio que identificaba la contribución del calentamiento global hacia la severidad de la sequía de California entre 2012 y 2014. Sus hallazgos – que el calentamiento global ha incrementado la severidad de la sequía en una proporción del 8 al 27% – incrementan nuestro conocimiento de cuan dañino y costoso puede ser un aumento de temperatura global, incluso si este es pequeño. Este año sólo, la sequía de California ha costado al estado 2,700 millones de dólares, y provocado la pérdida de 21,000 puestos de trabajo. Más alla de eso, ha causado enormes dificultades y problemas personales a miles de personas, especialmente en el sector agrario.
Me ha sorprendido ver lo fuerte que el calentamiento global está jugando sus cartas ya, porque hasta ahora había pensado en el cambio climático en términos de impactos futuros a gran escala. Pero de repente mi atención se ha fijado en el presente, y el hecho de que un pequeño calentamiento ya está suponiendo costes masivos.
Este año hemos alcanzado un hito histórico que nadie ha celebrado y pocos han reconocido: hemos alcanzado más de 1 grado de calentamiento desde la mitad de la década de 1880. Esto nos sitúa al menos a medio camino del límite de dos grados de calentamiento al que los países se han comprometido a través de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático. Pero mantenerse dentro del límite de dos grados no es probable en este momento, y según las políticas que están activas, el mundo está encaminado a un calentamiento de entre 3,6°C y 4,2°C para el año 2100. Incluso 2 grados significarán importantes costes que pagar, y la carga recaerá, demasiado a menudo, en aquellos que han hecho menos para provocar este problema.
Esa carga ya está aparenciendo a través del Océano Pacífico, con Papúa Nueva Guinea inmersa en una severa sequía. Más de 2 millones de personas se enfrentan a una escasez severa de agua y comida, escuelas han cerrado debido a escasez de agua, y según el Post Courier en Papúa Nueva Guinea, muchas personas se están viendo obligadas a recortar sus comidas diarias a una (ver foto). Mira estas fotos para hacerte una idea de lo desesperada que se está volviendo la situación.
Mientras la sequía se ve impulsada por el fenómeno creciente de El Niño y se ha combinado con duras heladas, el calentamiento global está jugando sus cartas haciendo la sequía más severa. Nadie ha calculado exactamente todavía el porcentaje de severidad que el calentamiento global está suponiendo actualmente en Papúa Nueva Guinea, pero sabemos seguro que está jugando sus cartas con fuerza. Hay varias maneras en las que el calentamiento global influye en las sequías, pero, en pocas palabras, tal y como lo explica Park Williams, de la Universidad de Columbia:
Cada año, el calor exprime más humedad de suelos y ecosistemas. Esto ocurre porque, al calentarse la atmósfera, aumenta su demanda de humedad. Igual que un charco se evapora más rápido en día cálido, los suelos se secan más rápido durante años más cálidos, los cuales se están volviendo cada vez más frecuentes en más lugares en todo el mundo.
El futuro no parece, tampoco, que vaya a ponerse más fácil en absoluto para Papúa Nueva Guinea, donde, según el Banco Asiático de Desarrollo, está previsto que el cambio climático elimine cada año hasta 2050 el 4% del PIB del país, incrementándose rápidamente hasta el 16% del PIB para el 2100 – y eso bajo un escenario moderado de calentamiento. Ese es un futuro difícil de asumir para un país que se sitúa en el puesto 171 de emisiones de emisiones de gases de efecto invernadero por cabeza, y ha contribuído tan poco a causar este daño.
Es imperativo que la comunidad global responda rápidamente y en conjunto con el Gobierno de Papúa Nueva Guinea para minimizar el impacto de la sequía, y hay importantes lecciones que se han aprendido de la devastadora sequía de 1997. Y de manera más amplia, con la severidad y la escala de eventos meteorológicos extremos intensificándose los próximos años, vamos a tener que encontrar nuevas maneras de ampliar la respuesta global al cambio climático. Algo que está claro es que hay compañías que son responsables. El informe Carbon Majors establece que “63% de las emisiones de carbono en la atmósfera proceden del carbón, petróleo y gas extraídos y el cemento producido por sólo 90 entidades – las “Carbon Majors”, que incluyen Chevron, ExxonMobil, Saudi Aramco, BP, Gazprom y Shell.”
La organización que da ese informe, el Programa de Justicia Climática, propone un impuesto para toda extracción de combustibles fósiles, como manera de obtener los miles de millones de dólares necesarios para compensar el efecto del cambio climático sufrido por naciones vulnerables. Stephen Leonard, del Programa de Justicia Climática, explica cómo funcionaría el impuesto:
En lugar de ser transladado a los consumidores, los costes asociados con el impuesto tendrían que ser absorbidos por los sucios gigantes de la energía que han obtenido beneficios extraordinarios por demasiado tiempo. El dinero obtenido debe ser mantenido en un fondo internacional, específicamente para la provisión de apoyo financiero–para responder a un evento meteorológico extremo que ha causado destrucción a gran escala, por ejemplo, o para ayudar a la relocalización de una comunidad costera afectada por el aumento del nivel del mar. Incluso una tasa mínima, de alrededor de 5 dólares por tonelada de carbono extraído, podrían generar más de 50.000 millones de dólares al año para ayudar a países en vías de desarrollo afectados gravemente.
Tal y como demuestran nuestras recientes experiencias de vivir con 1 grado de calentamiento, encontrar nuevas fuentes de asistencia y ayuda para la construcción de resiliencia es vital. De la mano con la rectificación, estas experiencias tendrían que ser una llamada a la acción para que la gente se una al movimiento global que quizás está ganando por fin un impulso vital. Es al menos la mejor manera de mantener la esperanza ante tal perturbación.