El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés), el foro auspiciado por la ONU que reúne los conocimientos mundiales sobre la crisis climática de decenas de miles de investigadorxs científicxs a nivel global, se ha pronunciado el 20 de marzo. La publicación del 6º Informe de Síntesis marca el final de un ciclo y supone el último llamado a la justicia y a la aplicación equitativa e inmediata de soluciones climáticas.
No hay nada en el informe que nuestro movimiento no sepa desde hace años: hemos estado señalando con el dedo a lxs responsables de la crisis climática, hemos sentido sus descomunales efectos y sabemos lo que tenemos que hacer para solucionarla. Pero el informe del IPCC es importante porque su investigación fundamenta nuestras demandas y traduce nuestras experiencias vividas en datos científicos mesurables.
Este es el informe que todo el mundo citará y afirmará seguir durante los próximos años. Lo que nos preguntamos hoy es: ¿qué dice sobre la justicia climática?
¿Qué es la justicia?
En 2022, las lluvias monzónicas (aquellas producidas en veranos muy lluviosos) sin precedentes y el deshielo de los glaciares dejaron a un tercio de Pakistán bajo el agua. Cerca de 1.800 personas murieron y millones de ellas perdieron sus hogares y sus medios de subsistencia. Tras la catástrofe, el aumento de los precios de los alimentos está empujando a varios millones de personas más a la pobreza extrema. Sin embargo, Pakistán es responsable de apenas el 0,3% de las emisiones históricas mundiales de gases de efecto invernadero (GEI). Este es tan sólo un ejemplo de cómo la crisis climática está afectando a las personas en todo el mundo. Y esta es la traducción de la palabra injusticia en la vida real. Pero, ¿qué es la justicia?
Como ocurre con todos los conceptos filosóficos, la definición de justicia puede parecer escurridiza, pero, en este caso, el significado de la justicia climática es claro como el agua: los responsables del daño tienen que pagar por las soluciones y de manera rápida. Quienes se benefician de la devastación deben hacerse a un lado y dejar que las comunidades tomen las riendas del nuevo mundo que estamos construyendo todxs juntxs. Y tienen que hacerlo ahora. No es una elección: es un imperativo científico.
“Sin medidas urgentes, eficaces y equitativas de mitigación y adaptación, el cambio climático supone una amenaza cada vez mayor para los ecosistemas y la biodiversidad, así como para los medios de subsistencia, la salud y el bienestar de las generaciones actuales y futuras”.
El IPCC afirma claramente que “el desarrollo resiliente al clima es posible cuando los gobiernos, la sociedad civil y el sector privado optan por soluciones de desarrollo inclusivas que dan prioridad a la reducción de riesgos, la equidad y la justicia”. La solución no puede venir desde arriba. Las soluciones reales, equitativas y justas son distribuidas y democráticas.
Comunidades en lucha
La justicia climática es un asunto urgente. Los ciclones tropicales golpean periódicamente las comunidades del Pacífico, Filipinas, Madagascar y el Caribe. Mientras tanto, la sequía asola el Cuerno de África y las olas de calor amenazan de forma desproporcionada a las personas vulnerables, las clases trabajadoras, las personas mayores, las mujeres y lxs niñxs en todo el mundo. Cada décima de grado de calentamiento adicional no hará sino agravar esta situación: las soluciones no pueden esperar.
Estos impactos no se distribuyen de manera uniforme. Como confirma el IPCC, los “mayores impactos adversos” se producen en “África, Asia, América Central y del Sur (Países Menos Desarrollados), los Pequeños Estados Insulares y el Ártico” y, a nivel mundial, afectan a “los pueblos indígenas, los pequeños productores de alimentos y los hogares con bajos ingresos”. Y, ¿sabes qué? Esas son justamente las personas y las regiones que menor responsabilidad tienen en la crisis climática. Es hora de que se reequilibre la balanza.
Décadas de injusticia
Desde hace al menos seis décadas, la industria de los combustibles fósiles sabe que sus actividades nos conducen a un cambio climático catastrófico. Y no sólo no pagan por ello, sino que somos todxs nosotrxs quienes les pagamos. Esta no es la opinión de 350: lo dice el último informe del IPCC. “Los flujos de financiación pública y privada destinados a los combustibles fósiles siguen siendo superiores a los que se invierten en adaptación y mitigación del cambio climático”, afirman lxs científicxs. Las empresas de combustibles fósiles han obtenido beneficios récord este año. Eso no es justicia.
En cambio, la ciencia dice que tenemos que actuar de manera inmediata y coordinada, centrándonos en las comunidades vulnerables y en el Sur Global. Esto no es una postura política, es un hecho científico. El IPCC dice que necesitamos “mejorar el acceso a recursos financieros adecuados, en particular para las regiones, sectores y grupos vulnerables, así como una gobernanza integradora y políticas coordinadas”.
En la vida real, esto se traduce en cambiar leyes y políticas para eliminar las barreras que se oponen a los proyectos de energías renovables centrados en la comunidad. Significa reorientar las inversiones en carbón, petróleo y gas para apostar por proyectos de energía solar y eólica basados en principios de justicia. Implica proporcionar acceso a una energía limpia, fiable y asequible para todxs, así como crear oportunidades para que lxs trabajadorxs formen parte de una transición justa. La justicia climática no es proceso que va de arriba abajo, sino que se basa en la participación de las comunidades en la toma de decisiones. No ocurre una vez al año. Ocurre todos los días, en todas partes o en ninguna.
¡Paguen ya por las soluciones!
La mayor parte del dinero invertido en soluciones climáticas se destina a medidas de mitigación, tales como fuentes de energía renovables, pero esto no es suficiente. El informe del IPCC es claro al respecto. “En 2018, los flujos de financiación climática públicos y privados movilizados desde los países desarrollados hacia los países en desarrollo estuvieron por debajo del objetivo colectivo establecido por la CMNUCC y el Acuerdo de París.” La parte del mundo en quien recae la responsabilidad no está pagando la factura y, por lo tanto, la ventana de oportunidad para actuar se cierra cada vez más.
En lo que respecta a la adaptación, la ciencia también habla alto y claro: si las comunidades no tienen acceso a los medios necesarios para protegerse de los peores impactos de la crisis climática, esto no se debe a la falta de soluciones disponibles. Las razones son, entre otras, “los recursos limitados, la falta de compromiso del sector privado y de los ciudadanos, la movilización insuficiente de financiación […], los escasos conocimientos sobre el clima (y) la falta de compromiso político”. La inadaptación afecta, de nuevo, a los menos responsables del cambio climático.
La justicia climática está fuera de debate. Es un imperativo científico que exige que se apliquen soluciones hoy mismo. “Las vías de desarrollo resilientes al clima […] se ven progresivamente limitadas con cada incremento del calentamiento, en particular por encima de 1,5°C”.
La justicia climática consiste en contener el calentamiento global por debajo de 1,5ºC y cualquier fracción de grado posterior.
La justicia climática significa que quienes se han beneficiado y siguen beneficiándose del daño climático deben empezar a pagar de manera inmediata para proteger a quienes quedan en situación de vulnerabilidad. Y el primer paso es organizarse para exigir soluciones e implicarse en su justa aplicación. Organízate. Movilízate. ¡Únete a nosotrxs!