Apenas asumió la presidencia de Brasil, Luiz Inacio “Lula” da Silva firmó una serie de decretos cumpliendo con lo que fue expresando en su campaña. Algunas de las medidas anticipadas en su discurso frente al Parlamento fueron: la suspensión de la política sobre adquisición de armas, el retiro inmediato del programa de privatizaciones de Petrobras, el restablecimiento del Fondo Amazonía, el combate a la deforestación y la derogación de una medida sobre minería ilegal. 

Con estas decisiones Lula trajo esperanza a los ambientalistas del pueblo brasileño. En su campaña ha hecho del compromiso ambiental un eje fundamental. “Brasil tiene todo para ser una gran potencia ambiental”, expresó en una carta. Sin embargo, existe una piedra en el zapato. Algo que incomoda y se contradice con algunos de sus discursos. Lula también sostiene que el petróleo seguirá siendo, por muchos años más, una pieza clave en la matriz energética del país. Para él, Brasil tendrá que aprovechar sus reservas hasta que se acaben. 

En mayo del año pasado, el entonces aspirante a la presidencia, le concedió una entrevista a la revista Time. Allí le preguntaron cuál era su postura con respecto a la propuesta de eliminar la exploración de petróleo, del entonces candidato a la presidencia colombiana, Gustavo Petro. “Petro tiene derecho a hacer todas las propuestas que él considere que tiene que hacer. Pero en el caso de Brasil es irreal. En el caso del mundo es irreal. Todavía es necesario el petróleo por un tiempo”, manifestó Lula y agregó que mientras no haya una energía alternativa a los combustibles fósiles, se usará la energía que hay disponible. 

Lula se enorgullece de las conquistas de Petrobras en sus dos primeros mandatos (2003-2010): el descubrimiento de las codiciadas reservas del presal y el autoabastecimiento de combustibles alcanzado por Brasil. Para este nuevo mandato, Lula no descarta apostar por la transición energética pero aclara que es necesario establecer un plan de largo plazo que permita ir reduciendo el consumo de petróleo en la medida en que se le vaya sustituyendo por energías alternativas.

“Seguir sosteniendo los combustibles fósiles con diferentes medidas en Brasil es un grave error. Brasil tiene la oportunidad histórica de ser líder en energías renovables, y todas las condiciones para serlo, convirtiéndose junto con Colombia en los principales impulsores de las nuevas matrices energéticas de Latinoamérica y el mundo”, explica Ilan Zugman, activista climático brasileño y director de 350.org en América Latina.

 

Lula y Petrobras 

Fue en 2010, al final del segundo mandato de Lula, cuando Petrobras inició la producción comercial en el presal, en el pozo de Baleia Franca, en Espírito Santo. Tardó unos seis años, pero la producción diaria de petróleo alcanzó su punto álgido y llegó al millón de barriles diarios. Petrobras alcanzó su apogeo.

Luego vino la Operación Lava a Jato y sus desarrollos, y Lula dijo en uno de sus discursos: “Petrobras invertía 40.000 millones de reales al año. No descubrimos el presal para exportar crudo, fue para exportar derivados y tener una potente industria petroquímica en Brasil”. 

Pese a que defiende que Petrobras vuelva a invertir en energías alternativas, como llegó a hacerlo en su Gobierno con el etanol y el biodiesel, los planes de Lula para la empresa son los de continuar explorando y extrayendo petróleo, e incluso ampliando su presencia en el refino. Quiere convertirla en la pieza clave para el plan económico de los próximos 4 años y, a nivel estratégico, no quiere depender del mercado mundial.

 

¿Qué puede hacer Lula?

El gobierno de Lula llegó al poder en un momento crucial. Luego de los años bizarros de Bolsonaro, Lula representa el retorno de Brasil a la estabilidad democrática, el respeto básico por las instituciones y los consensos civilizatorios mínimos. Entre ellos: la lucha contra el hambre, el respeto por los derechos humanos, el aprecio por la ciencia y la idea de que preservar el planeta combatiendo la crisis climática son condiciones para la vida.

Por todo ello, Lula tiene la oportunidad, en los próximos cuatro años, de dejar atrás su apoyo a los combustibles fósiles y actuar en defensa de la transición energética en todo su potencial.

Si se desarrollan respetando las comunidades y con la escala y velocidad que exige la crisis climática, las energías renovables pueden ser el camino hacia una mayor prosperidad, justicia social y climática, y soberanía e inclusión energética. Lula mostró, en la campaña y en los primeros días de su mandato, mucha más afinidad con las agendas ambientales que en sus administraciones anteriores. Esperamos que esta sensibilidad se extienda también a la transición energética y que el nuevo gobierno supere la falsa idea de que el petróleo, el gas y el carbón son males necesarios. Al revés, son males que pueden y deben abandonarse cuanto antes.