Durante estas primeras semanas de enero las calles en muchos puntos de Latinoamérica se encuentran vacías. Pero, ¿dónde está la gente? Las altas temperaturas nos están obligando a encerrarnos en nuestras casas, en centros comerciales o cualquier otro lugar donde haya aire acondicionado o ventiladores. La situación es poco tolerable y todos nos preguntamos a qué se debe. Están quienes responden que es la crisis climática; y quienes responsabilizan a La Niña, un fenómeno natural que se repite periódicamente en la región. Lo que aún no es del todo conocido es que la misma Niña está siendo afectada por la crisis climática. 

Recientes estudios científicos (uno de la Universidad de Oxford, publicado en Nature Communications, y otro de la Universidad de Washington) advierten que el cambio climático exacerba los fenómenos meteorológicos y climáticos extremos, como los de La Niña y El Niño. También la Organización de las Naciones Unidas (ONU) lleva tiempo hablando sobre este tipo de fenómenos, cuyas consecuencias derivan en inundaciones y sequías; y a las que ha descrito como “la próxima pandemia”.

El calor extremo y las sequías afectarán al 90% de la población si no se revierte el calentamiento global, según expertos de la Universidad de Oxford. Según la Facultad de de Geografía y Medio Ambiente, la crisis climática intensificará 10 veces más las sequías y el calor extremo a nivel mundial para fin de siglo. ¿Se puede revertir? En buena medida sí, pero depende de la actividad humana, principal responsable del cambio climático. 

Esta crisis climática golpea fuertemente a las comunidades más vulnerables de la región. Si no exigimos un cambio de la matriz energética que elimine el uso de combustibles fósiles, una de las principales causas de este fenómeno, estaremos lejos de combatirlo. La transición energética es una necesidad urgente. 

Impactos de la sequía producida por La Niña en Latinoamérica

Entre los principales podemos mencionar: propagación de incendios, bajantes de ríos, problemas en la producción agropecuaria y daños en los ecosistemas. Latinoamérica ya está sufriendo algunos de ellos: la bajante histórica del río Paraná, la baja producción agrícola, la gran crisis ígnea del verano pasado que produjo numerosos incendios por toda la región, lagos totalmente secos, entre otros. 

Argentina es un buen ejemplo. Según el Servicio Meteorológico Nacional, el invierno pasado (2022) fue un 33% más seco de lo normal y fue el 5to consecutivo con déficit de lluvias. 

Otros puntos de Latinoamérica también enfrentan problemas. La intensa sequía en el sur de la Amazonía y la región del Pantanal paraguayo fue la peor de los últimos 50 años. También hubo déficits de precipitaciones en la región del Caribe. Pero Chile está a la cabeza de la crisis hídrica en la región por la sequía en la zona central del país, la más prolongada de América Latina y el Caribe en mucho tiempo. Además, la prolongada sequía en las cuencas del Paraná y del Río de la Plata afectó principalmente las cosechas de maíz y soja. Entre 2020 y 2021, el cultivo de cereales descendió un 2,6% en América Latina en comparación con la temporada anterior, según el informe de la Organización Mundial Meteorológica (OMM). 

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Las altas temperaturas, cada vez más comunes, generan desigualdad social 

A raíz de las temperaturas récord en 2022, desde Londres hasta Shanghái, se proyecta un aumento continuo de las temperaturas en todo el mundo. Las olas de calor y sequías representan un riesgo significativamente mayor para el planeta cuando se producen juntas, que cuando emergen de forma independiente. Estas amenazas conjuntas tienen impactos socioeconómicos y ecológicos severos que podrían agravar las desigualdades sociales, ya que afectan principalmente a personas más pobres y de áreas rurales, puntualizó el doctor Jiabo Yin, investigador asociado a la Universidad de Oxford. 

 

No es lo mismo que se inunde una ciudad con infraestructura que un asentamiento informal. Tampoco es lo mismo abastecerse de agua potable en un edificio en Buenos Aires que depender del agua de las napas en un pueblo en el interior de Chaco. La sequía llega hasta las napas, de las que dependen millones de latinoamericanos para beber agua y bañarse. 

 

Lxs Niñxs, un problema global

La Niña y El Niño conforman la fluctuación climática cíclica más fuerte y con mayores consecuencias (que se conoce actualmente) en el planeta; con impactos sociales, económicos y ambientales significativos en todo el mundo. Ambos afectan los patrones de lluvias y sequías alrededor del Océano Pacífico. El Océano Pacífico cambia naturalmente entre lxs dos “niñxs”, pero la crisis climática profundiza especialmente en La Niña. Usualmente, ocurría cada 2 a 7 años. El 2022 fue el tercer año consecutivo de este fenómeno y tendremos que ver qué pasará en 2023. 

Mientras que El Niño se manifiesta aumentando 0,5º C la temperatura promedio del océano Pacífico; La Niña la disminuye un 0,5º C. Es decir, El Niño calienta las aguas y La Niña las enfría. 

Durante El Niño las lluvias se alejan del Pacífico Occidental generando fuertes períodos de sequías en el sudeste asiático y Oceanía; y será el Pacífico Oriental, la costa latinoamericana, donde el Niño calentará sus aguas y sufrirá de fuertes precipitaciones. 

En cambio cuando sucede La Niña, el mismo Pacífico Oriental se enfría. Y las precipitaciones tienen lugar en Oceanía, mientras que Latinoamérica se seca. 

 

Los dos grandes peligros generados por las sequías

Según la investigación de la Universidad de Oxford, “se proyecta que la frecuencia de los peligros extremos combinados se intensifique diez veces a nivel mundial debido a los efectos compuestos del calentamiento y la disminución en el almacenamiento de agua terrestre, en el escenario de emisiones más alto. Se proyecta que más del 90% de la población mundial estará expuesta a riesgos cada vez mayores en el clima futuro”. Las sequías generan un doble problema: 

  1. Afectan la capacidad de los suelos y diversos ecosistemas para absorber las emisiones de carbono y emitir oxígeno. La retención de carbono se ve afectada y es necesaria para alcanzar la neutralidad que necesitamos si continuamos quemando combustibles fósiles. 
  2. Las sequías generan más sequías. Hasta el 30% del déficit de lluvia puede ser causado por la autopropagación de la sequía. Si el suelo está seco, el sol no puede evaporar agua y esto afecta las precipitaciones. Por lo que es un ciclo sin fin. 

Hay que prestar atención a la salud de los suelos. Las precipitaciones y la temperatura dependen, en parte, de ellos. Es por esto que es de vital importancia eliminar las emisiones de carbono globales, para que logremos frenar el peligroso ciclo de destrucción de los hábitats y de la vida en el planeta provocado por la crisis climática.