La selva amazónica alberga una biodiversidad inmensa, tiene innumerables beneficios para el equilibrio climático del planeta y está distribuida entre Brasil, Bolivia, Colombia, Ecuador, Guyana, Guayana Francesa, Perú, Surinam y Venezuela, con el 60% de su superficie situada en Brasil. El bosque posee la mayor concentración de plantas, animales, hongos, bacterias y algas de la Tierra, y desempeña un papel crucial en el ciclo del agua y el régimen de lluvias a través de los Ríos Voladores, que atraviesan América Latina y ayudan a regular el clima mundial y a mitigar el calentamiento global. Además, unos 27 millones de personas viven en la región. 

Hay muchas razones para celebrar la importancia vital de la selva amazónica para el mantenimiento de la vida en el planeta. Sin embargo, el bioma ha sufrido durante décadas desafíos extremos que han asustado a científicos y ecologistas y han puesto en peligro el futuro de toda la humanidad.

Contexto

Según un análisis realizado por la Universidad de Maryland (EE.UU.), publicado en Global Forest Watch, Brasil es el país que más superficie forestal ha perdido en el mundo. En 2019, la plataforma registró la mayor tasa de deforestación anual en una década, acumulando casi 1,4 millones de km² destruidos y, en 2020, la conversión de la vegetación nativa en la Amazonia Legal fue un 26% mayor en comparación con el mismo periodo de 2019. Los científicos ya advierten de la posibilidad de “sabanización” del bioma si no se toman medidas urgentes para revertir la situación. 

La imagen de la izquierda muestra la cubierta forestal en 2001 y la de la derecha, la situación de los bosques en 2020. Fuente: Global Forest Watch

Los impactos de los incendios en la Amazonía entre 2001 y 2019 afectaron a cerca del 90% de las especies animales y vegetales, poniendo a varias especies raras en la lista de riesgo de extinción. La disminución de la inspección, la flexibilización de las leyes y el aumento de la deforestación hacen más probable que se produzcan con mayor frecuencia incendios, explotaciones mineras e invasiones de territorios indígenas. Las consecuencias de la constante devastación del bosque ya son un hecho, como el aumento de la temperatura media de la Tierra, la disminución del fenómeno de los Ríos Voladores y también el hecho de que el bosque ya está emitiendo más gas carbónico del que absorbe.

No se detiene ahí

El 4 de diciembre de 2020, la Agencia Nacional de Petróleo, Gas y Biocombustibles (ANP), realizó el 2º Ciclo de una modalidad de subasta llamada oferta permanente, donde había bloques ofrecidos para la exploración de petróleo y gas en todas las regiones de Brasil, incluido el bioma amazónico. 

Inicialmente, si se hubieran comprado los 16 bloques de la región amazónica, 47 comunidades indígenas -más de 1.000 indígenas de 5 pueblos diferentes (incluidos los pueblos aislados)- y 22 unidades de conservación potencialmente podrían haber sufrido el impacto de la industria del petróleo y el gas. Finalmente se otorgaron tres bloques en la cuenca del Amazonas y el campo de Juruá en la cuenca de Solimões, todos de la empresa Eneva. Sin embargo, la compra de estas cuatro áreas aún supone una amenaza para tres tierras indígenas, una unidad de conservación con asentamientos, y para varias fuentes de agua como el río Amazonas y el acuífero Alter do Chão.

Para la próxima ronda de la oferta permanente (al momento sin fecha), la ANP está preparando su ofensiva para atacar el bioma amazónico. Ya se han confirmado más de 40 bloques en tierra para la próxima ronda (Estados de Amazonas, Pará, Maranhão y Mato Grosso), lo que supone una amenaza para decenas de tierras indígenas y áreas protegidas. Además de los bloques en tierra, ya se han confirmado 47 bloques en la desembocadura del Amazonas, una zona de arrecifes de coral amazónicos que fueron recientemente descubiertos.

“No podemos ver la Amazonía como un producto para las grandes empresas. La selva es tan importante que representa la vida en todo el mundo, y no es aceptable que los proyectos de petróleo y gas tengan incluso más valor que la vida”, afirma el jefe Ninawá Huni Kui, Presidente de la Federación del Pueblo Huni Kui del Estado de Acre.

Para contener los avances de la industria de los combustibles fósiles en su intento de expansión en la Amazonia, los líderes indígenas de la región y los ecologistas de 350.org lanzaron la campaña Resistencia Amazónica, que pretende amplificar las voces y fortalecer las acciones de los pueblos tradicionales en defensa de sus derechos, frente a los ataques de los sectores del petróleo y el gas. La campaña reafirma el poder y la legitimidad de los pueblos indígenas y las comunidades tradicionales para tomar decisiones sobre sus territorios y formas de vida. También llama la atención de la sociedad sobre la urgencia de una transición energética en Brasil.

Resistir es necesario

“Las agresiones a la selva y a sus comunidades provienen de tantos frentes que acaban camuflando los impactos negativos que la industria fósil puede tener en la Amazonía, pero la amenaza es urgente y concreta. No queremos ver en la Amazonía brasileña la misma triste realidad que ocurre en la Amazonía peruana y ecuatoriana con cientos de derrames de petróleo cada año. El momento de detener esta destrucción es ahora”, señala Ilan Zugman, Director de 350.org en América Latina.

Ante los numerosos desafíos que atraviesa el bioma, nos corresponde resistir y decir NO a la destrucción del mayor bosque del mundo. En el Día de la Amazonia, acompáñanos a firmar la petición que pide el fin de las prospecciones de petróleo y gas en la Amazonia:

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Renata Padilha – Digital Campaigner en 350.org

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